viernes, 15 de mayo de 2009

Efecto caribe - Bitácora de viaje en Varadero



Cuba es un país maravilloso y misterioso, abandonado y bendecido a la vez. Con playas paradisíacas y paisajes de ensueño; y otras imágenes no tan felices ni esperanzadoras. Pero ahí está, sobreviviendo y convencida de su forma de ser.
Es un sitio ideal para descansar y divertirse, pero también para conocer una cultura -por lo menos- llamativa, diferente... Desconcertante, incluso.
Es un pueblo nacido de luchas profundas, históricas y diarias. Un pueblo de sacrificio, aunque el excelente humor de su gente trate de desorientarnos. Me gustaría imaginar -o especular- que una explicación para eso, tiene que ver con las playas, el ron, la música, el sol.
En todo caso, llegué a Varadero en busca de un buen descanso para sacarme de encima años sin vacaciones. Pero también pensé que viajar solo me ayudaría para aclarar la cabeza y encontrarme a mí mismo. ¡Y vaya si lo logré!
Al verme al espejo la primera vez que me calcé el traje de baño para irme a la playa, me encontré con un tipo que se parecía a mí… ¡Pero con casi 20 kilos de más!
También, descubrí que mi concepción del espacio físico era completamente errónea,  porque de otra forma no entendía como podía ser que la habitación del hotel fuese 2  veces más grande que mi departamento en Buenos Aires. ¡Y encima, con balcón al mar!
Además, comprobé el poder de la palabra, pues detrás de una simple frase como All inclusive, se esconde todo un arsenal de recursos para vencer la más dura de las voluntades. ¡Y no me refiero sólo a comidas sabrosas, exóticas y abundantes que triunfan por sobre cualquier dieta!
Esto me demostró lo inocente que puedo llegar a ser en ocasiones: Sólo a mi se me puede ocurrir arrancar una dieta y rutina de ejercicios en ese ambiente. ¡Ridículo!
Por otro lado, supe que haber sido barman fue -y es- una de las cosas más lindas, divertidas y redituables que me ocurrió en la vida. No quiero extenderme mucho al respecto, pero sí quiero decir que es una de las mejores experiencias para conocer acerca del comportamiento de las personas: Deseos, decisiones, motivaciones, intereses. Todo eso se aprende sobre las personas desde atrás de una barra.
Siguiendo con el encuentro conmigo mismo”, me asombré al ver que tenía doble personalidad (¡al menos una de ellas se asombró!). En ocasiones, me encontré pidiendo algo, saludando o conversando en mi modesto castellano, pero muchas otras lo hacía utilizando un mucho más modesto inglés. ¿Snobismo? No. Después supe que la lengua de Shakespeare afloraba solamente cuando me veía cercado por paisanos del sur, como un simple mecanismo de autodefensa.
Finalmente, aprendí que ser desobediente -en ocasiones- sirve de mucho. Por ejemplo, para ignorar los pronósticos del “Weather Channel” que, indiferentes, sentenciaban “fuertes precipitaciones” para los próximos 10 días que duraría mi estancia en la playa. Sin mencionar que, al segundo día en Varadero, el servicio de habitaciones me dejó en el perchero un hermoso paraguas. Pero parece que el clima también es desobediente, afortunadamente: ¡El pronosticador falló en un 99.9%!
Y el paraguas, seguro, era para protegerme del brillante y cálido sol cubano.
Entonces, a pesar de todas las malas noticias que obtuve sobre mí, me asombró descubrirme de excelente humor… Y ahí comprendí porqué los cubanos son como son, a pesar de todo. 

Cuba, 15 de mayo de 2009.


lunes, 4 de mayo de 2009

Al final, se sabe


Se siente una brisa en la cara. Una corriente suave de aire. Fría, repentina. Aparece de la nada, un segundo antes. Eso se siente. Después, inmediatamente, oscuridad. Al final, es así nomás. Lo sé. Estuve ahí.
Ahora lo cuento porque a muchos les preocupa eso. O al menos les inquieta, da curiosidad. Pero yo me pregunto para qué querrán saberlo. Si al final lo van a descubrir solitos.
Eso sí, no sé si a todos nos pasa lo mismo. Lo de la brisa en la cara, digo. Porque hasta el momento no pude comentarlo con alguien más. Tampoco estoy seguro si lo haría, ¿eh?
Me gustaría cruzarme con alguna persona, eso sí. O como sea que nos llamemos. Eso tampoco lo sé aún ya que todavía nadie me habló. Tendría que haber algún cartel, por lo menos, que indique dónde estoy. Porque desconozco si habrá alguien más acá.
La verdad, si esto es el paraíso, luce bastante menos divino de lo que decían. Es más bien… Solitario. Pero si es el infierno, también es menos terrorífico de lo que imaginamos normalmente.
No sé qué pensar. No sé si estoy pensando. No sé dónde estoy. Pero eso no debería preocuparme ¿no? O tal vez sí.
Lo bueno es que ya sé lo que se siente. Lo malo es que... Ya sé lo que se siente.
Ahora, lo lamento. Siento angustiosamente haber recibido aquella fría e intempestiva brisa que me golpeó en la cara sin aviso, cuando me recuperaba en la cama del hospital.