lunes, 14 de diciembre de 2009

Capítulo 2: La Tercera Migración (*)

A pesar del completo -pero irreal- dominio del mundo, aún es posible la exploración de centros despoblados, depósitos de viejos tesoros de épocas inmemoriales. En una de esas expediciones, descubrimos el enorme y amarillento libro. Al hojear algunos de sus relatos, comprendimos que la historia de la otrora llamada humanidad había sido un permanente vaivén de poder entre distintos grupos enfrentados. Supimos que más tarde o más temprano la historia se repetiría con nosotros, los sobrevivientes del cataclismo del año 3012. Este es un pequeño extracto del libro encontrado por la expedición.

“… Hacia el año 2060 el Tercer Mundo comenzó un proceso de transformación paulatina por el cual dejó de ser Periferia y, gracias a sus recursos naturales, se convirtió en potencia hegemónica.
Plagas, epidemias y pandemias cubrieron la tierra, reduciendo drásticamente la población total. El petróleo se agotó, los cultivos ya no crecieron y las reservas de agua se secaron en casi todo el planeta: Excepto en las Américas.
Hasta ese momento, las mejores tierras patagónicas eran vendidas a empresarios extranjeros, los recursos naturales eran manejados por empresas extranjeras y 2 o 3 Holdings se constituían como dueños absolutos de todos los servicios y productos.
Afortunadamente para las Américas, esa época quedó perdida en décadas oscuras gracias a la revolución y apropiación encabezada por los habitantes naturales, conocedores del clima, recursos y la geografía de la región. Esas fueron sus mejores herramientas para expulsar a los invasores y recuperar sus posesiones que, años más tarde, con la crisis que dominó al mundo a mediados del Siglo XXI, dejó al desnudo lo precario de las llamadas economías centrales, basadas en impalpables sistemas financieros. Así nació el Gobierno Central de las Américas (GCA).
A partir de entonces, los llamados “Amerindios” lograron mutar su estructura política hacía un maduro sistema de integración y fortalecimiento regional que repercutió en la consolidación de una sociedad integrada y convencida de la importancia de alcanzar una conciencia verdaderamente americana.
Ya hacia el año 2070, una nueva potencia dominaba el mundo a partir del racionamiento de recursos elementales para el resto de las regiones. Reservas de agua, minerales, gas, petróleo, cultivos y demás, constituyeron un patrimonio sin parangón que ridiculizó la aplicación ciega del antiguo capitalismo sustentado en cotizaciones y valores intangibles.
Esos años se conocieron como los de la “Tercera Migración” y fue un período que se extendió hasta la primera década de la siguiente centuria. Las corrientes migratorias volvieron a cambiar de sentido y la ex Argentina, se preparaba para recibir a miles de europeos y asiáticos que huían de sus desgracias. Pero el joven Gobierno Central de las Américas (GCA) se adelantó y, basándose en antecedentes centenarios, dictó una dura Ley de Inmigración. Los inmigrantes provenientes de Europa serían recibidos bajo las mismas condiciones que supieron imponer ellos allá por el lejano segundo milenio. Sucedió que los miembros del Comité General del GCA, en su mayoría, eran descendientes de quienes debieron soportar la altanería y desprecio cuando las bondades de la otrora poderosa Comunidad Económica Europea regían los destinos del mundo. El viejo continente olvidó pronto que esos que llegaban eran los mismos que les habían abierto las puertas de sus países cuando los horrores de la Segunda Gran Guerra expulsaban a millones de europeos.
La característica primordial de este nuevo período fue la permanente llegada de ciudadanos que imploraban para formar parte de la nueva nación de las Américas. Los nativos, cansados de siglos de abuso, explotación y desprecio por parte del denominado Primer Mundo, dedicaron años y años a saciar su sed de venganza…”

(*) Fragmento del Capítulo 2: “La Tercera Migración, del libro “Crónicas del nacimiento del Nuevo Gobierno Central de las Américas”. Por el Dr. Waldemar Sepúlveda. Bloque de Cochabamba, Región Americana. Año 2088. Editado por Huacamani, Libros Microsystemas - ediciones especiales en papel.

lunes, 7 de diciembre de 2009

El Molino abandonado

Desde 1997, el Café del Molino, en Callao y Rivadavia, se encuentra en estado de abandono. Ahora me enteré que por iniciativa de una legisladora porteña se busca la expropiación del edificio para recuperarlo para la ciudad. Ojalá. Porque es un “monumento” arquitectónico que sería una cuidada, concurrida y espléndida atracción turística en cualquier ciudad europea. Pero está en Buenos Aires. Y tal vez por eso está como está. Tal vez por eso le resulta indiferente a los millones de almas que pasan por su puerta cada día. Porque no está escondido, no. Está en el kilómetro 0, en el corazón porteño, frente al Congreso Nacional. El año pasado escribí un pequeño texto que ahora comparto con ustedes. Porque el Café del Molino está en mi barrio y lo quiero ayudar.

Don Juan no vive en el barrio de Congreso, viene desde Barracas. Se despierta tempranito para ver por la ventana de la cocina, como el sol mañanero le da brillo a las verduras de la quintita del fondo. Después, se viste sin apuro y sale para tomar el 12 que lo deja en Rivadavia y Callao, al pie del Molino.
Hoy abandonada, cubierta por afiches y paneles azules de hojalata, la esquina parece sentir vergüenza de su estampa y, por eso, se presta como testigo silenciosa de otra “marcha de los jubilados”.
Desde hace más de 16 años, ahí se juntan cada miércoles los abuelos y abuelas argentinos que esperan por lo que les corresponde después de tantos años de trabajo.
Es cierto, el lugar es el mismo, pero por suerte algunas cosas cambiaron. Comenzaron en oscura década “menemista” y se hicieron “abonados” a la tradicional esquina.
Hubo un tiempo, incluso, en que sus encuentros terminaban con feroces incidentes, porque “un tal Corach” los mandaba reprimir con el bastón fácil de la maldita policía. Pero ni siquiera entonces desistieron de sus reclamos. Al contrario, hicieron de su lucha una emblemática postal frente al Congreso.
Y siempre en las alturas, el otrora espléndido Molino contempla solidario las fotos de una sociedad en decadencia. Aquel anfitrión distinguido en miles de reuniones, hoy no es más que el descuido manifiesto de una ciudad que lo deja de lado. Tan parecido a nuestros abuelos, sabe mucho de abandonos.
Abajo, en tanto, en esa esquina de baldosas flojas y sucias, rebotan todavía los cansados gritos de la marcha.
Pero los políticos siguen sin escuchar.
El Molino, todavía sin brillar. Y los abuelos, sin cobrar.