lunes, 22 de febrero de 2010

El color de la pasión

 
"Te acepto lo que quieras", le espetó ella con un tono que dudaba entre el reproche y la comprensión. Y, pacientemente, siguió con la enumeración.
- "Te banco que los domingos no vengas a comer a casa de mis viejos porque te vas a la cancha. Te acepto, incluso, que los miércoles te vayas con tus amigos a ver un partido de no sé qué Copa. Hasta me aguanto que uses esa camiseta sucia que no lavas hace años, por cábala. Es más, te permití que la primera palabra que le enseñaste al bebé no fuera mamá o papá, sino el nombre de tu bendito equipo de fútbol…". 
Y casi sin respirar, terminó con su reclamo:
- ¡¿Pero esto?! ¡Ahora sí me cansaste, Ernesto! ¡Andá ya mismo y dejá la pared del frente de casa como estaba!

lunes, 8 de febrero de 2010

Dilo tal como es

Alguna vez, en la intimidad de mis pensamientos, sostuve firmemente una idea que creía irrefutable. Y lo fue, hasta el día que la expresé en público.
Al escucharla, mientras la compartía con los presentes, yo mismo me indigné por lo equivocado que estaba y lo ridícula que sonó mi "ex idea".
Pero necesité expresarla, decirla en voz alta ante un improvisado auditorio para darme cuenta de mi error. Es frustrante, se los aseguro. La había pensado durante tanto tiempo y en una fracción de segundos, se desintegró.
Fueron meses enteros, años quizás, convencido de algo y de repente: ¡Pum! “cross de derecha” directo al mentón.
Que horrible fue descubrir que aquello que daba por cierto, no lo era. Y, encima, sentir la reprobatoria mirada de los fortuitos tertuliantes. Sólo remarcaban mi frustración.
Hoy volví a sentir esa desagradable sensación. Ahora, mientras contaba lo que me había ocurrido con aquella irrepetible idea. Acá, con ustedes, mi azaroso auditorio ciberespacial. Los mismos que me harán volver a sentir esa inquisidora mirada de reprobación.
Pero es tarde, porque ya les conté.
¿Nunca les pasó que dijeron algo y en el mismísimo instante que lo hicieron, supieron que era una equivocación? Tal vez por simple, o por inocente, o por ridícula, o por incomprensible, o tonta.
Pero si bien es muy vergonzoso hacer ciertos comentarios en público; me parece mucho más triste dejar encerrada una idea, por pequeña que sea, en la fría y solitaria habitación de mis pensamientos.
Sepan disculpar la molestia. Se me ha escapado una reflexión.