lunes, 30 de noviembre de 2009

El bahiense que no fui

A Manu. Con admiración de jugador de básquet que no pasó de Cadetes.

Elegimos el mismo deporte. A mí me largó temprano, como un tiro desesperado en el último segundo. 
A vos, te abrazó como a su jugador franquicia. 
De chicos idolatrábamos al mismo volador de Chicago. Vos lo conociste, él te vio y también te admiró. 
Tuvimos el mismo delirio de gloria, como todos los que pasamos por este deporte. Vos lo vivís día a día. Yo lo disfruto a través tuyo. 
Llorás en cada derrota. Te juro que sufro con vos. 
Te admiran en todo el mundo. Yo soy uno más de tus fans. 
Saltas y festejas con cada título. Yo imagino que lo compartis conmigo. 
Tuviste lesiones terribles. Yo quería renguear por vos. 
Sos el sueño del pibe hecho realidad. Yo estoy orgulloso de que lo hayas alcanzado vos. 
Ganaste todo a base de trabajo, esfuerzo y sacrificio. Te admiro aún más por eso. 
Tenés el talento y la pasión del profeta. Yo, una fe ciega en tus manos. 
Seguís siendo un chico humilde. Aprendí a respetarte por ese gesto. 
Te calzaste anillos y medallas. Te aplaudí siempre de pie. 
Naciste en Bahía, cuna de los mejores. Yo quiero ser el “bahiense” que no fui. 


lunes, 16 de noviembre de 2009

La diosa fortuna



El fin de semana, un modesto matrimonio de un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, ganó en la quiniela unos 24 millones de pesos, algo así como 6 millones de dólares. Hacía 6 meses que, religiosamente, jugaban los mismos números. Nunca mejor usada la palabra religiosamente, pues sin duda esto fue un milagroso acto de fe. Por supuesto, a mí jamás me ocurrió algo así. De hecho, no he ganado ni una rifa. Tanta mala suerte tengo que desisto de comprar en lugares donde atienden por número, porque temo que nunca digan el mío.
Pero la fantasía siempre está sobrevolando y la consulta lanzada desde los medios de comunicación no se hizo esperar: Qué haría usted si ganara ese dinero.
Al principio me resistí a pensarlo siquiera, por esta cuestión de mi enemistad permanente con la diosa fortuna. Aunque después, más distraído, me dejé tentar por la propuesta.
Así fue que en pocos minutos salí a comprar una posada en el nordeste brasilero, una pequeña casa con bar a la playa en el caribe cubano y algo similar en alguna región de las islas Canarias. El resto, lo depositaría en una cuenta en Suiza.
Y luego, ya no pude detenerme: me puse a pensar en cómo lo haría, en qué momento del año estaría en cada lugar, qué tasa de interés me daría el banco suizo, quién atendería el bar cubano si yo estaba en Canarias…etc. etc.
Entonces, decidí que lo mejor sería quedarme con una sola inversión y vivir de los intereses que me diera la cuenta de Suiza. ¿Alcanzaría? ¿En qué otra cosa podría invertir? ¿Debería consultar un especialista? ¿Y si me estafaban y lo perdía todo?
Ya me había puesto bastante nervioso, y todo se complicó más aún cuando tomé conciencia de que en Argentina era probable que intentaran secuestrarme para pedir todo el dinero como rescate. Así que, sin perder tiempo, comencé a diagramar el plan de escape inmediato para cuando recibiera el dinero.
La cuestión es que estuve alrededor de media hora pensando estas cosas. Divagando, en realidad, pero con la preocupación y seriedad que ni siquiera los verdaderos ganadores se habían planteado.
Que patético me sentí. Después pensé que era mejor no ganar todo ese dinero, porque no sabría enfrentar tantos problemas y decisiones nuevas que llegan con el premio.
Repuesto ya de mi exceso de estrés gratuito, salí a la calle y fui a la panadería. Tomé un número, el 43. Iban por el 18 recién, pero pacientemente sonreí a los demás clientes. En mi interior estaba feliz de saber que nunca debería preocuparme por una inesperada y suculenta visita de la diosa fortuna.