lunes, 14 de diciembre de 2009

Capítulo 2: La Tercera Migración (*)

A pesar del completo -pero irreal- dominio del mundo, aún es posible la exploración de centros despoblados, depósitos de viejos tesoros de épocas inmemoriales. En una de esas expediciones, descubrimos el enorme y amarillento libro. Al hojear algunos de sus relatos, comprendimos que la historia de la otrora llamada humanidad había sido un permanente vaivén de poder entre distintos grupos enfrentados. Supimos que más tarde o más temprano la historia se repetiría con nosotros, los sobrevivientes del cataclismo del año 3012. Este es un pequeño extracto del libro encontrado por la expedición.

“… Hacia el año 2060 el Tercer Mundo comenzó un proceso de transformación paulatina por el cual dejó de ser Periferia y, gracias a sus recursos naturales, se convirtió en potencia hegemónica.
Plagas, epidemias y pandemias cubrieron la tierra, reduciendo drásticamente la población total. El petróleo se agotó, los cultivos ya no crecieron y las reservas de agua se secaron en casi todo el planeta: Excepto en las Américas.
Hasta ese momento, las mejores tierras patagónicas eran vendidas a empresarios extranjeros, los recursos naturales eran manejados por empresas extranjeras y 2 o 3 Holdings se constituían como dueños absolutos de todos los servicios y productos.
Afortunadamente para las Américas, esa época quedó perdida en décadas oscuras gracias a la revolución y apropiación encabezada por los habitantes naturales, conocedores del clima, recursos y la geografía de la región. Esas fueron sus mejores herramientas para expulsar a los invasores y recuperar sus posesiones que, años más tarde, con la crisis que dominó al mundo a mediados del Siglo XXI, dejó al desnudo lo precario de las llamadas economías centrales, basadas en impalpables sistemas financieros. Así nació el Gobierno Central de las Américas (GCA).
A partir de entonces, los llamados “Amerindios” lograron mutar su estructura política hacía un maduro sistema de integración y fortalecimiento regional que repercutió en la consolidación de una sociedad integrada y convencida de la importancia de alcanzar una conciencia verdaderamente americana.
Ya hacia el año 2070, una nueva potencia dominaba el mundo a partir del racionamiento de recursos elementales para el resto de las regiones. Reservas de agua, minerales, gas, petróleo, cultivos y demás, constituyeron un patrimonio sin parangón que ridiculizó la aplicación ciega del antiguo capitalismo sustentado en cotizaciones y valores intangibles.
Esos años se conocieron como los de la “Tercera Migración” y fue un período que se extendió hasta la primera década de la siguiente centuria. Las corrientes migratorias volvieron a cambiar de sentido y la ex Argentina, se preparaba para recibir a miles de europeos y asiáticos que huían de sus desgracias. Pero el joven Gobierno Central de las Américas (GCA) se adelantó y, basándose en antecedentes centenarios, dictó una dura Ley de Inmigración. Los inmigrantes provenientes de Europa serían recibidos bajo las mismas condiciones que supieron imponer ellos allá por el lejano segundo milenio. Sucedió que los miembros del Comité General del GCA, en su mayoría, eran descendientes de quienes debieron soportar la altanería y desprecio cuando las bondades de la otrora poderosa Comunidad Económica Europea regían los destinos del mundo. El viejo continente olvidó pronto que esos que llegaban eran los mismos que les habían abierto las puertas de sus países cuando los horrores de la Segunda Gran Guerra expulsaban a millones de europeos.
La característica primordial de este nuevo período fue la permanente llegada de ciudadanos que imploraban para formar parte de la nueva nación de las Américas. Los nativos, cansados de siglos de abuso, explotación y desprecio por parte del denominado Primer Mundo, dedicaron años y años a saciar su sed de venganza…”

(*) Fragmento del Capítulo 2: “La Tercera Migración, del libro “Crónicas del nacimiento del Nuevo Gobierno Central de las Américas”. Por el Dr. Waldemar Sepúlveda. Bloque de Cochabamba, Región Americana. Año 2088. Editado por Huacamani, Libros Microsystemas - ediciones especiales en papel.

lunes, 7 de diciembre de 2009

El Molino abandonado

Desde 1997, el Café del Molino, en Callao y Rivadavia, se encuentra en estado de abandono. Ahora me enteré que por iniciativa de una legisladora porteña se busca la expropiación del edificio para recuperarlo para la ciudad. Ojalá. Porque es un “monumento” arquitectónico que sería una cuidada, concurrida y espléndida atracción turística en cualquier ciudad europea. Pero está en Buenos Aires. Y tal vez por eso está como está. Tal vez por eso le resulta indiferente a los millones de almas que pasan por su puerta cada día. Porque no está escondido, no. Está en el kilómetro 0, en el corazón porteño, frente al Congreso Nacional. El año pasado escribí un pequeño texto que ahora comparto con ustedes. Porque el Café del Molino está en mi barrio y lo quiero ayudar.

Don Juan no vive en el barrio de Congreso, viene desde Barracas. Se despierta tempranito para ver por la ventana de la cocina, como el sol mañanero le da brillo a las verduras de la quintita del fondo. Después, se viste sin apuro y sale para tomar el 12 que lo deja en Rivadavia y Callao, al pie del Molino.
Hoy abandonada, cubierta por afiches y paneles azules de hojalata, la esquina parece sentir vergüenza de su estampa y, por eso, se presta como testigo silenciosa de otra “marcha de los jubilados”.
Desde hace más de 16 años, ahí se juntan cada miércoles los abuelos y abuelas argentinos que esperan por lo que les corresponde después de tantos años de trabajo.
Es cierto, el lugar es el mismo, pero por suerte algunas cosas cambiaron. Comenzaron en oscura década “menemista” y se hicieron “abonados” a la tradicional esquina.
Hubo un tiempo, incluso, en que sus encuentros terminaban con feroces incidentes, porque “un tal Corach” los mandaba reprimir con el bastón fácil de la maldita policía. Pero ni siquiera entonces desistieron de sus reclamos. Al contrario, hicieron de su lucha una emblemática postal frente al Congreso.
Y siempre en las alturas, el otrora espléndido Molino contempla solidario las fotos de una sociedad en decadencia. Aquel anfitrión distinguido en miles de reuniones, hoy no es más que el descuido manifiesto de una ciudad que lo deja de lado. Tan parecido a nuestros abuelos, sabe mucho de abandonos.
Abajo, en tanto, en esa esquina de baldosas flojas y sucias, rebotan todavía los cansados gritos de la marcha.
Pero los políticos siguen sin escuchar.
El Molino, todavía sin brillar. Y los abuelos, sin cobrar.
 

lunes, 30 de noviembre de 2009

El bahiense que no fui

A Manu. Con admiración de jugador de básquet que no pasó de Cadetes.

Elegimos el mismo deporte. A mí me largó temprano, como un tiro desesperado en el último segundo. 
A vos, te abrazó como a su jugador franquicia. 
De chicos idolatrábamos al mismo volador de Chicago. Vos lo conociste, él te vio y también te admiró. 
Tuvimos el mismo delirio de gloria, como todos los que pasamos por este deporte. Vos lo vivís día a día. Yo lo disfruto a través tuyo. 
Llorás en cada derrota. Te juro que sufro con vos. 
Te admiran en todo el mundo. Yo soy uno más de tus fans. 
Saltas y festejas con cada título. Yo imagino que lo compartis conmigo. 
Tuviste lesiones terribles. Yo quería renguear por vos. 
Sos el sueño del pibe hecho realidad. Yo estoy orgulloso de que lo hayas alcanzado vos. 
Ganaste todo a base de trabajo, esfuerzo y sacrificio. Te admiro aún más por eso. 
Tenés el talento y la pasión del profeta. Yo, una fe ciega en tus manos. 
Seguís siendo un chico humilde. Aprendí a respetarte por ese gesto. 
Te calzaste anillos y medallas. Te aplaudí siempre de pie. 
Naciste en Bahía, cuna de los mejores. Yo quiero ser el “bahiense” que no fui. 


lunes, 16 de noviembre de 2009

La diosa fortuna



El fin de semana, un modesto matrimonio de un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, ganó en la quiniela unos 24 millones de pesos, algo así como 6 millones de dólares. Hacía 6 meses que, religiosamente, jugaban los mismos números. Nunca mejor usada la palabra religiosamente, pues sin duda esto fue un milagroso acto de fe. Por supuesto, a mí jamás me ocurrió algo así. De hecho, no he ganado ni una rifa. Tanta mala suerte tengo que desisto de comprar en lugares donde atienden por número, porque temo que nunca digan el mío.
Pero la fantasía siempre está sobrevolando y la consulta lanzada desde los medios de comunicación no se hizo esperar: Qué haría usted si ganara ese dinero.
Al principio me resistí a pensarlo siquiera, por esta cuestión de mi enemistad permanente con la diosa fortuna. Aunque después, más distraído, me dejé tentar por la propuesta.
Así fue que en pocos minutos salí a comprar una posada en el nordeste brasilero, una pequeña casa con bar a la playa en el caribe cubano y algo similar en alguna región de las islas Canarias. El resto, lo depositaría en una cuenta en Suiza.
Y luego, ya no pude detenerme: me puse a pensar en cómo lo haría, en qué momento del año estaría en cada lugar, qué tasa de interés me daría el banco suizo, quién atendería el bar cubano si yo estaba en Canarias…etc. etc.
Entonces, decidí que lo mejor sería quedarme con una sola inversión y vivir de los intereses que me diera la cuenta de Suiza. ¿Alcanzaría? ¿En qué otra cosa podría invertir? ¿Debería consultar un especialista? ¿Y si me estafaban y lo perdía todo?
Ya me había puesto bastante nervioso, y todo se complicó más aún cuando tomé conciencia de que en Argentina era probable que intentaran secuestrarme para pedir todo el dinero como rescate. Así que, sin perder tiempo, comencé a diagramar el plan de escape inmediato para cuando recibiera el dinero.
La cuestión es que estuve alrededor de media hora pensando estas cosas. Divagando, en realidad, pero con la preocupación y seriedad que ni siquiera los verdaderos ganadores se habían planteado.
Que patético me sentí. Después pensé que era mejor no ganar todo ese dinero, porque no sabría enfrentar tantos problemas y decisiones nuevas que llegan con el premio.
Repuesto ya de mi exceso de estrés gratuito, salí a la calle y fui a la panadería. Tomé un número, el 43. Iban por el 18 recién, pero pacientemente sonreí a los demás clientes. En mi interior estaba feliz de saber que nunca debería preocuparme por una inesperada y suculenta visita de la diosa fortuna.


viernes, 16 de octubre de 2009

5 años después: Lionel Messi

Hoy se cumplen 5 años del debut oficial de Lionel Messi en el fútbol profesional (oficial). Los libros dirán que el 16 de octubre del 2004, en un Espanyol-Barcelona (0–1) jugado en Montjuïc, un chico argentino de 17 años respondió al llamado de su entrenador, Frank Rijkaard, para saltar al campo de juego. 
Ahora, a los 22 años, ese jugador formado en canchas culés, no para de triunfar y regalar alegrías a sus queridos catalanes. Todo, siempre, en base a su talento natural, su bajo perfil, trabajo, esfuerzo, respeto por sus colegas, entrenadores y una humildad poco frecuente en el ambiente del fútbol. 
Pero jugadores como él también son poco frecuentes en la actualidad del deporte más popular del planeta, dueño de una magia comparable únicamente con otro “mago”: Diego Maradona.
Después de 5 años al máximo nivel, lo ganó casi todo con el Barcelona y este año, además, podría ganar el Mundial de Clubes y el Balón de Oro al Mejor Jugador del Mundo, entre otros torneos y premios en disputa. 
Messi jugó 170 partidos oficiales, marcó 88 goles y ganó 10 títulos. Números impresionantes para alguien de tan sólo 22 años.
También obtuvo con la selección argentina el Mundial sub 20 de Holanda (en el 2005) y el oro olímpico en Pekín (en el 2008). Con la albiceleste jugó 43 partidos y convirtió 12 goles. Pero como "nadie es profeta en su tierra", con Argentina mantiene una deuda moral: Rendir en la selección mayor como lo hace en su club. Afortunadamente, todavía tiene mucho tiempo por delante para redimirse y regalar triunfos a su país. Y muchos son quienes confían en ese futuro prometedor para la joven estrella, vistiendo la nacional. 
Pocas horas después de lograr la clasificación para Sudafrica 2010 frente a Uruguay, y con otro rendimiento bajo de Lionel, se escucharon voces de respaldo. “Messi va a ser la figura del Mundial, no tengo ninguna duda”, dijo Juan Sebastían Verón. La Bruja, referente del equipo, es uno de los que lo apoya y trata de proteger a la figura del Barça; en la cancha y fuera de ella.
“Pibe, esta es tu oportunidad, ya estás en el Mundial”, reclamó un desaforado y exigente Carlos Salvador Bilardo. El Doctor espera que Messi supere la enorme presión a la que se expuso durante las eliminatorias y llegue al mundial de la mejor manera. Y, por último, el propio “Ser Supremo”, técnico de la selección, Diego Armando Maradona, expresó: “Leo, la vas a romper en el Mundial, confío a muerte en vos”.
Dicen que en sus sueños, Diego ve a Messi emulando sus logros en México 1986. Muchos somos quienes trazamos paralelismos entre la carrera de uno y otro. Y si de soñar y comparar se trata, cabe decir que para Messi Alemania 2006 fue el Argentina ´78 de Diego. Aunque a Lionel no lo dejaron fuera del campeonato, lo marginaron del partido decisivo. Con esta lógica, Sudáfrica 2010 sería para la Pulga lo que España 82 fue para El Pelusa: Un pésimo mundial.
Pero como hizo desde su debut, esperemos que Messi forje su propio camino, su propia historia, su propia leyenda… Ya demostró que es un crack mundial y va por su consagración definitiva.
 

lunes, 5 de octubre de 2009

De madrugada

De día me enloquece, me agota. Siento que me abruma y me desespera. Es casi como cualquier otra y, muchas veces, la creo única. Otras, en cambio, le tengo miedo y la odio.
También intenté dejarla. Pero no pude, porque al anochecer se enciende. Me enamora nuevamente. Se transforma por completo y se calma. Se pone linda como ninguna. Misteriosa, me atrapa. Me seduce, me inspira. Su espíritu trasnochado me cautiva. Como en esta madrugada templada de octubre, es hermosa mi ciudad con sus noches.


domingo, 20 de septiembre de 2009

Domingo



Cuántos libros, párrafos, palabras y letras podrían gastarse para describir la sensación de tristeza que nos invade en una tarde cualquiera de domingo.
Cada uno siente y vive de manera diferente esta amarga procesión pero todos, en algún instante, se dejan alcanzar por una profunda angustia. Y las causas pueden ser tan diversas y personales como seres humanos existen en el planeta.
Termina el descanso del obrero; el padre deja a sus hijos en la casa de su ex esposa; una adolescente prepara la ropa que se pondrá a la mañana siguiente para ir a la facultad; desde la ventana de su cuarto el anciano observa a su familia alejarse del asilo...
Todos diferentes entre sí, pero unidos por un esperanzado deseo: Retrasar al máximo el crepúsculo opaco del domingo y evitar el cansino amanecer del día siguiente.
Pero también existen almas que no conocen la diferencia entre un martes y un domingo porque para ellos todos los días son iguales. La vida no les mostró el encanto de un ruidoso almuerzo familiar o un paseo por las soleadas plazas de la ciudad.
Para ellos, a veces, el día se confunde con la noche y el descanso no es más que una palabra muy utilizada por otras personas. 
Sea como sea, inevitablemente, mañana será lunes.


martes, 15 de septiembre de 2009

Malos augurios

El timbre del teléfono sonó 16 veces antes de que, sin respuesta del otro lado, una operadora automática diera por finalizada la comunicación. Era demasiado tarde quizás. Envuelto en ira y dominado por la frustración del silencio, estrelló el auricular contra el aparato. Un trozo de pared, viejo y descascarado, cayó sobre sus pies.
Sin pensarlo, dio la vuelta directo hacia la calle pero al pasar frente a la barra dejó un billete de 50 junto al vaso de whisky, aún por la mitad: “Por los daños al aparato”, dijo. No deseaba que el barman sacara un garrote de abajo de la barra y se lo partiera en la cabeza por hacerse el desquiciado en su bar y contra su teléfono público. No era la idea. 
Una espesa neblina dominaba la noche. A esa hora, en las calles no quedaba mucha gente y las pocas pálidas luces de la ciudad no alcanzaban para disimular otra madrugada triste, solitaria y ¿final?
También iba a resultar difícil encontrar un taxi, así que levantó el cuello de la campera y echó a andar hacia el hotel.
El revólver seguía en su cintura algo nervioso, pero cuando llevó la mano al bolsillo del pantalón, sus peores pensamientos se volvieron realidad: “Malditos cigarros, buen momento para acabarse”, pensó.
 

lunes, 24 de agosto de 2009

Ser Cuervo


Desde temprano se sentía en el aire que iba a ser un día importante para el lugar. Había nervios en el cotidiano ir y venir de la gente por San Juan y Boedo, punto neurálgico de la historia cuerva. En el tradicional bar de la esquina Homero Manzi, Mariano esperaba la llegada de sus amigos, cuervos como él, sosteniendo entre sus manos una camiseta de la temporada pasada. Ya no sentía el cansancio por los 10 mil kilómetros que había hecho desde Los Ángeles, donde trabaja como gerente de Playboy Latinoamérica, para compartir su pasión entre amigos.
A pesar que el equipo tenía otro difícil desafío, el optimismo dominaba entre los hinchas. De a poco, el “tanguero” interior del bar dio paso al colorido azulgrana. Banderas, bufandas y muchas camisetas taparon las mesas a minutos del inicio del partido. Comenzaron los gritos de aliento y algunas canciones.
El más ruidoso era Lucas, un chico uruguayo que llegó a la Argentina en 1996 y se convirtió en fanático del Ciclón. “Había ido con unos amigos al Nuevo gasómetro y me separé de ellos en la puerta. No tenía plata ni entradas, y se me acercaron unos chicos de la villa a pedirme unas monedas. Cuando les conté lo que me había pasado, que me iba a quedar sin ver a San Lorenzo, se fueron. Pero regresaron al rato con dinero para que pueda comprar mi entrada. Ahí descubrí la mística de la gente de este club y me hice hincha para siempre”, se acuerda emocionado.
El partido está por arrancar, como las miles de ilusiones de otros miles de hinchas que sueñan con un campeonato o con la primera Libertadores. Es el debut de San Lorenzo en la temporada 2009 y, al ratito nomás, las esperanzas se reavivaron con el primer gol contra Tigre.
Fue 3 a 1, al final. En segundos, las mesas se vaciaron y empezó otra espera, la de la gran cuenta pendiente del club: la Copa Libertadores. Pero para eso faltan unos días todavía.
Mientras tanto, en el bar, unos maquillados bailarines se preparan para el show de tango destinado a un contingente de turistas alemanes.
Suenan los primeros compases de Yira Yira: “Cuando la suerte, que es grela, fayando y fayando, te largue parao…”.

lunes, 10 de agosto de 2009

Un fantasma del pasado

Normalmente no escribo sobre cuestiones políticas ya que se trata de un tema muy complejo que no conozco en profundidad. Sin embargo, el reciente golpe de estado en Honduras me inquietó lo suficiente como hacer una excepción.
Muchas veces me detengo a observar en el televisor las cruentas imágenes que llegan de lugares demasiado lejanos a nosotros, como Oriente Medio o África. Son realidades sangrientas, cruentas y permanentes batallas. Algunos luchan por recuperar la democracia o imponer una dictadura y otros por conseguir independencia, un pedazo más de tierra o la libertad de profesar una religión. En todos los casos, el resultado es el mismo: Muerte y destrucción.
Durante los últimos años tuve un pensamiento recurrente al respecto. A pesar de la tristeza por estos terribles episodios, de alguna misteriosa manera me sentía “orgulloso” por lo que sucedía en tierras latinoamericanas donde, luego de años de oscura represión y dictadura, aprendimos a valorar y sostener la Democracia. Con sus falencias, errores e injusticias, pero democracia al fin.
Sentía que, más allá de luchas sociales o crisis económicas, América Latina ya no volvería a sufrir golpes de estado o la imposición de regímenes no elegidos por el pueblo.
De hecho, durante la Maestría en Periodismo que cursé el año pasado, tuve que elegir un tema de "Política Internacional" para desarrollar y había pensado en escribir sobre la imposibilidad de nuevos golpes militares en América. Pero la idea me parecía tan poco probable que la descarté de inmediato. Entendía que -por fin- habíamos aprendido de los errores del pasado, que tantas vidas habían costado.
Pero -siempre hay uno-, en estos días los "vecinos hondureños" resucitaron un fantasma del pasado que parecía desterrado en la región. Volvió el miedo. O quizás nunca se había ido, en realidad.
¿Cuánta sangre habrá que derramar para aprender a vivir en paz? Sé que suena a frase hecha, pero no por eso deja de ser una pregunta fundamental, ¿no?
Ahora, veo en el televisor las mismas dolorosas imágenes de enfrentamientos entre civiles y militares en las calles, pero mucho más cerca de nuestra realidad. Los habitantes de Honduras resisten para no perder su Democracia. Ojalá, pienso un poco incrédulo.
¿Acaso será que los latinoamericanos viviremos siempre condenados a las turbulencias políticas, financieras y sociales?
Prefiero creer que no, pienso un poco esperanzado.
 

lunes, 27 de julio de 2009

Mi Espacio Psicológico

Como cada jueves, esa tarde salí de la sesión de terapia rumbo a la redacción caminando por Avenida Corrientes hacia el Bajo. Me gusta ese recorrido para detenerme en algunas librerías de saldo y, de paso, pensar en lo que hablé antes con la psicóloga. Es casi como una extensión reflexiva de la hora de análisis. Y ahora que me doy cuenta ¡ya voy para 3 años con el loquero! Todo porque el Tucho Flores, uno de los editores de la revista “Golazo” que, al verme tan desbordado un día, me aleccionó: 
- Yo sé lo que estas sintiendo, pibe. A mí me pasó lo mismo cuando entré acá. Pero gracias al “loquero” voy a cumplir 25 años de periodismo y miráme… ¡Una pinturita estoy!
Tengo que reconocerle que el consejo me vino bárbaro porque, de otra manera, no hubiera durado ni 2 horas en ese trabajo.
Ocurre que el Director de la revista, Don Pericles Orellana, es de esos periodistas de otros tiempos, de la vieja escuela, digamos. Un apasionado, un obsesivo, un soberbio “dictador” que suelta un improperio tras otro durante el cierre de cada edición. En pocas palabras, un jefe jodido.
Pero a la vez, pertenece a esta casta única, dueño de un talento innato sólo a la altura de un Osvaldo Ardizzone, un Panzeri o un Enzo Ardigó. Don Pericles está en ese "Olimpo imaginario" de pioneros inalcanzables que ya no habitan las salas de redacción.
Todavía me acuerdo el día que me contaron esa maravillosa anécdota sobre una charla de Orellana con Panzeri, acerca de Pelé. Dice la leyenda que incluso mucho antes que jugara en los Cebollitas, el "Oráculo" -así se lo conoció desde entonces a don Pericles- lanzó la profecía que anunciaba la aparición de un pibe en las inferiores de Argentinos Juniors que le quitaría el trono a O Rei. Se me pone la piel de gallina cada vez que me acuerdo de semejante historia.
Tiene esas cosas, Don Pericles. Y es una lástima, porque mejorando el trato con la gente, le llegaría ese reconocimiento esquivo como maestro de periodistas que sólo algunos adivinamos en su persona, pero que él mismo se encarga de sabotear día a día.
Debo aclarar que estoy entre los que más sufren ese maltrato, por un lado por ser el más joven en la redacción y, por otro, porque mi función depende directamente de él, con lo que el trato permanente y cercano es inevitable.
Pero aquella tarde, como decía, iba silbando bajito con las manos en los bolsillos, esquivando gente por la vereda de Corrientes. Era la hora en que todos salen de la oficina para irse a casa y los periodistas empezamos a correr para terminar las ediciones del día siguiente.
Durante 5 cuadras la frase de la licenciada Tirielle, la psicóloga, rebotaba de un lado a otro en mi cabeza: “El problema es que ese señor invade tu espacio psicológico y vos se lo permitís”. Dicho así sonaba más a una sentencia que a un aspecto para mejorar en terapia. Pero sí al Tucho le funcionó, por qué a mí no, me consolaba.
En eso andaba meditando, tranquilo, hasta que me detuvo el semáforo para cruzar Montevideo. Estaba esperando que cambie la luz verde cuando, de repente, lo vi sentado en el Café de la Paix.
Solo junto a la ventana, con la mirada pérdida en ninguna parte y los codos apoyados en la mesa. Un pocillo chiquito de color blanco era su única compañía. No parecía el Pericles Orellana que yo conocía… Y sufría, se le notaba. Me acerqué y golpeé el vidrio pero siguió absorto en sus pensamientos. Parecía muy vulnerable.
Entré al bar directamente a su mesa. Estuve unos segundos delante de él hasta que me reconoció y me invitó a sentar. Por la cara que tenía, “malas noticias” pensé enseguida. ¿Una nota que se cayó o un entrevistado que falló a último momento?
- ¿Se siente bien, Don Pericles? -pregunté sin recibir respuesta. Ni una de sus habituales muecas de fastidio por mi consulta. Insistí- ¿Qué le pasa?
Silencio ceremonial. Corrió la tacita con una mano y con la otra sacó una hoja del bolsillo para mostrármela.
- Si al Diego le cortaron las piernas, a mí me sacaron las manos, pibe-. Odiaba que después de tanto tiempo siguiera diciéndome “pibe”, aunque en ese momento lo hizo con un tono más paternal.
El hombre estaba abatido. Leí la carta y me quedé callado. No supe qué decir y él se dio cuenta.
- ¿Qué voy a hacer ahora, me querés decir?
- Lo, lo… Lo de siempre -tartamudeé tratando de sacar dramatismo a la cosa, pero no sirvió-.
Me estremecí al pensar en la situación, más aún con lo que ocurrió luego. No podía creer lo que estaba viendo. El mismísimo Pericles Orellana, el "Oráculo del Fútbol", estaba lagrimeando adelante mío. Dos solitarias y cansadas gotitas caían por su también cansado y arrugado rostro.
- No me pueden hacer esto. No a mí, no ahora. No pueden…
Yo lo dejaba decir. Según mi psicóloga en algún momento todos necesitamos exteriorizar el dolor.
A él no le importó que lo viera llorar, eso fue lo terrible de la escena. Aunque por única vez me sentí cerca del Maestro. Fui su confidente, su compañero… casi un amigo, imaginé mucho después.
Siguió un rato repitiendo entre dientes, con bronca, que no era posible, que no le podían pagar de esa manera tantos años de dedicación. Segundos más tarde, de la misma manera disimulada en que se echó a llorar, se detuvo.
Llamó al mozo y pidió dos grapas dobles que llegaron enseguida.
- Esto no va a quedar así, no señor -Ahora tenía en su voz la seguridad de siempre- ¡Nadie va a retirar a Pericles Orellana! ¡Yo me jubilo cuando quiero, no cuando lo diga una puta Ley de mierda!
En ese juramento al aire lo entendí. Don Pericles se enfrentaba con el inexorable paso del tiempo. En la carta le ofrecían sumarse como adscripto al comité editorial de la revista y él lo tomaba como una antesala de su adiós a la actividad. A su vida.
Así que levanté el vaso y brindamos antes de vaciarlo de un trago. Después salimos y nos fuimos caminando, despacito, para la redacción.
La gente seguía amontonada en la Avenida, pero el hombre que iba a mi lado nunca más sería aquél duro invasor de mi espacio psicológico.


lunes, 6 de julio de 2009

¿Periodista o Youtuberista?


 
Ante todo debo aclarar que soy pro digital. Estoy fervorosamente a favor de las nuevas tecnologías, pero me molesta cuando algunas cuestiones -como mi profesión- se toman a la ligera.
Leí en un blog amigo una noticia de la agencia AFP que YouTube decidió crear “una página dedicada a la formación en técnicas de periodismo”, denominada YouTube Reporters. Allí planea ofrecer “una serie de vídeos sobre periodismo de investigación, periodismo ciudadano, la ética en la profesión y cómo realizar una entrevista”.
No es la primera vez que leo sobre temas parecidos y me pregunto por qué el mundo se empeña en menospreciar al periodismo y a la profesión periodística. Es decir, por qué los autoproclamados “nuevos medios” están ansiosos por nombrar “periodista” a cualquiera con la sola finalidad de querer llamarlos así.
¿Una persona que sólo dibuja hermosas casas, es un arquitecto? ¿O un hábil señor que repara cañerías, es ingeniero?
Me parece genial la aplicabilidad de las nuevas tecnologías a TODOS los ámbitos, pero por el mero uso de algunas de ellas no creo que deba diplomarse a alguien en una profesión para la cual es recomendable -y necesario- formarse en diversas disciplinas.
Lo que propone YouTube podría denominarse “youtuberista”, quizás. Una persona con habilidad para editar y postear videos o filmar con celulares.
Pero, desde mi modesta visión, el periodismo es mucho más. Y ser periodista, más aún. Creer que enfocar una cámara nítidamente, editar un video y subirlo a Internet es ser periodista, resulta -por lo menos- una reducción de la profesión.
¿O acaso cuando YouTube cuelgue videos explicando cómo pegar ladrillos con cemento, seremos arquitectos?
El vedettismo de la cultura mediática actual hace que muchas personas se confundan y crean que ser periodista es equivalente a una estrella de cine o TV. Pero el periodista es un “bicho extraño”, con características muy particulares: Inquieto, curioso, preocupado, noctámbulo, perfeccionista, interesado y, sobre todo, receptivo, entre otras “deformaciones”.
En la actualidad, un periodista profesional es una persona capacitada en diferentes disciplinas. Estudió literatura, filosofía, psicología, arte, etc. Es un profesional que se formó durante años (o lo hará incluso durante toda su vida) sobre técnicas de escritura, sobre tipos de noticias, cómo transmitirlas de la manera más clara y precisa, y por el canal más óptimo. Sabe de reglas ortográficas, estrategias de comunicación, formas de difusión, técnicas de imagen y sonido, fotografía, etc. Es un ser adicto a la información permanente, interesado en transmitir una noticia o analizar una idea, una concepción, para compartirla con el público.
Insisto, el periodismo está menospreciado y la profesión bastardeada. Y los principales culpables son los mismos medios pero, sobre todo, los propios periodistas.
La nueva, utilísima, accesible y simple tecnología es una herramienta y los millones de bloggers o enfáticos buscadores independientes de hechos con celulares son simplemente eso. Ni más ni menos. Colóquele el “nombre” que desee, pero no los llame “periodistas”. Porque periodistas, como diría un columnista radial argentino: ¡Es otra cosa!


lunes, 8 de junio de 2009

La gripe y las musas



Cuando era chico, enfermarme de gripe o algo por el estilo era una de las mejores cosas que podía pasarme. De hecho, puedo decir que esperaba ansioso: Una o dos veces durante el año me dejaba atrapar por el volátil y caprichoso virus. Y eso me hacía muy feliz.
Eran otros tiempos. Unos días en cama sin hacer absolutamente nada, faltar al colegio, recibir más atención de mis viejos, visitas de abuelas que te miman y hasta ver cumplidos los más imposibles caprichos. Conseguía los menúes menos frecuentes en mi casa, dormía a piacere y me daba panzadas con dibujitos animados, con la tele sólo para mí. En blanco y negro, eso sí.
Al atardecer, me dedicaba a decorar los “Kalkitos” -sólo para mayores de 35- que me traía la abuela como “premio consuelo” por… ¡Estar enfermo! ¡Era genial!
Esta semana caí en los brazos de la gripe y, la puta madre… ¡Qué diferente es ahora!
Si hasta parece otra enfermedad.
La fiebre no te deja abrir los ojos que se esconden de la luz, tenés dolores en todo el cuerpo -desde el cabello hasta la última uña del pie-, la tos parece perforarte la espalda y rasquetearte la garganta y, encima, todo el líquido que tenemos en el cuerpo te sale como cataratas por la nariz.
Te jode hablar por teléfono pero en tu oficina no lo entienden y llaman 3 o 4 veces para saber dónde guardas la grapadora. Fijar la vista en la pantalla para leer unos e-mails es un castigo de la Camorra y los programas de TV, sinceramente, no te motivan siquiera a encender el aparato.
Un punto aparte merece el “autoabastecimiento”. Ese breve recorrido hasta la cocina para un pequeño té con limón parece un calvario muy fácil de declinar. Ni hablar si tenés que prepararte algo de comer. Ahora entiendo por qué de chico engordaba con la gripe y de grande, adelgazo.
Pero como si todo esto fuera poco, hubo otra consecuencia nefasta para mí. Esta vez, la gripe dio a mis escasas Musas la mejor excusa para negarme su visita: “No sea cosa que nos contagiemos” habrán pensado y, entonces, no vinieron.
De todas formas, las sigo esperando porque alguna vez llegarán. Ya sea por error, perseverancia o simple insistencia.
  
* NOTA al PIE: Quiero aclarar que este texto lo escribí ayer, domingo, sin imaginar siquiera que hoy lunes se produciría esta hecatombe mundial ante el avance de la gripe porcina.