lunes, 22 de febrero de 2010

El color de la pasión

 
"Te acepto lo que quieras", le espetó ella con un tono que dudaba entre el reproche y la comprensión. Y, pacientemente, siguió con la enumeración.
- "Te banco que los domingos no vengas a comer a casa de mis viejos porque te vas a la cancha. Te acepto, incluso, que los miércoles te vayas con tus amigos a ver un partido de no sé qué Copa. Hasta me aguanto que uses esa camiseta sucia que no lavas hace años, por cábala. Es más, te permití que la primera palabra que le enseñaste al bebé no fuera mamá o papá, sino el nombre de tu bendito equipo de fútbol…". 
Y casi sin respirar, terminó con su reclamo:
- ¡¿Pero esto?! ¡Ahora sí me cansaste, Ernesto! ¡Andá ya mismo y dejá la pared del frente de casa como estaba!