lunes, 14 de junio de 2010

La muerte no está en la TV

Hace una semana observé la noticia por primera vez en el televisor. Lo habían masacrado de 8 tiros a quemarropa en la puerta de su casa para robarle veinte pesos y un teléfono móvil. Su familia presenció todo desde una ventana.
Él había bajado del autobús a dos calles y dobló en la esquina como cada tarde. Quería llegar pronto para levantar en brazos a su hijita.
La noticia duró poco más de 3 minutos en el informativo, mezclada entre muchas otras sobre el mismo tema y, la verdad, pasó casi desapercibida. Creo que a veces preferimos no ver ese tipo de historias. Ignorarlas parece la mejor manera de eludirlas para no pensar que podría sucedernos a cualquiera de nosotros.
Al día siguiente la volvieron a repetir, ahora con una foto de él, su esposa y la nenita. Parecían una familia feliz, como tantas otras. Su esposa era maestra de escuela, en el mismo barrio donde se habían conocido 30 años antes. Desde entonces estuvieron juntos, se casaron y tuvieron una nena, Betiana.
Él trabajaba en el centro, era cajero en un banco. Después de 20 años, se las arreglaba para darle un digno pasar a la familia y hasta se pudo comprar con mucho esfuerzo una casa en Avellaneda.
En el reporte de la televisión aparecía mucha gente en la vereda. Todos lloraban y sostenían coloridos carteles con una sola y repetida palabra: “Justicia”. Se los veía muy enojados, nerviosos. Parecían personas trabajadoras, humildes… Desprotegidas, inseguras, temerosas. 
Una semana después volvieron a repetir la noticia del banquero asesinado para informar que la policía detuvo al sospechoso. Un chico de 15 años, que había cometido otro crimen similar.
Esta vez presté atención a la noticia, aunque la veía de lejos en otro televisor. Estaba en un cuarto demasiado blanco y silencioso.
Transcurrieron 7 días ya desde que Betiana dejó de abrazar a su papá y pensé en el alivio que sentiría la esposa por la novedad en el caso. Pero inmediatamente comprendí que no existía ninguna sensación favorable en todo esto. Sobre todo para la familia del banquero.
La velocidad de las noticias pasó a los resultados de la liga de fútbol y decidí apagar el televisor. No podía dejar de pensar en esa familia y en la poca atención que le presté aquella primera tarde a lo ocurrido con Betiana y su papá.
En eso estaba cuando entró en la habitación mi esposa, con mis hijos y el doctor. Todos sonreían, parece que la evolución de mi herida era buena.
Mi familia, por suerte, no tuvo que observar impotente desde una ventana como me asaltaban en la puerta de casa para llevarse mi auto. Todo lo que recuerdo es a dos personas nerviosas y el brillo gris de un revólver. Después, un estruendo, un ardor intenso en el abdomen y la oscuridad total.