lunes, 28 de febrero de 2011

Probabilidad de chaparrones


Llovía. Llovía sin parar. Y el horizonte no parecía traer buenas noticias respecto del clima. Las delgadas gotas golpeaban una y otra vez, incesantes, la gruesa madera de la embarcación, que se resistía a ceder.
El viejo, envuelto en su blanca túnica, observaba por la pequeña ventana hacia el horizonte. La incansable llovizna humedecía su rostro. Llevaba horas en esa posición, acariciando su larga barba, aunque el viento y la tormenta lo obligaban a entrecerrar los ojos para ver a la distancia. Nada.
Ya sin claridad, ni en la mirada ni en los pensamientos, desistió de seguir allí, solo, en la proa. Sabía que se avecinaba otro señero atardecer y decidió entrar para reunirse con su familia: “Quizás mañana amaine un poco”, pensó Noé.