martes, 1 de marzo de 2011

OPERACIÓN “GAROTO NOVO”: Otra misión del Agente Beltrán

(UNO)
Cuando entró a trabajar en los servicios secretos del Estado, ni se imaginó hasta dónde iba a llegar, menos aún que el mismísimo Presidente de la Nación lo convocaría a una reunión en la casa de Gobierno para encargarle una delicada misión.
Casi 25 años atrás, directo desde la Escuela Técnica N° 6 y gracias al contacto de un tío, Mario Beltrán había ingresado como ayudante en el Departamento de Tecnología de la S.I.A. (Servicios de Inteligencia Argentina). Allí se compraban, seleccionaban y reparaban todos los equipos usados para espiar, escuchar y realizar cualquier operativo de espionaje a cargo de los agentes secretos. Por aquellos años era aún un sector oscuro, apartado y casi olvidado en la entidad pero que, gracias al vertiginoso avance de la tecnología, se había convertido en un área estratégica dentro del organismo. Y él, con algo de paciencia y mucho de astucia, se transformó en el “capo de las maquinas” como lo conocieron los jefes y los subordinados. Y lo respetaban, unos y otros. A los primeros, se los ganó a fuerza de laburo y, también es cierto, con algo de alcahuetería. Para los segundos, en cambio, tuvo que usar la falsa simpatía y el humor. Al principio, nomás, porque una vez que empezó a escalar posiciones, el rigor y la mano dura se convirtieron en su marca registrada. Menos con su equipo de colaboradores más cercano. A esos los cuidaba, no sea cosa que lo traicionaran.
La cuestión es que Mario Beltrán dejó el guardapolvo gris del cuartito de reparaciones al año de entrar a laburar y, desde entonces, pasó por la jefatura del sector y la gerencia del departamento hasta llegar a un puesto clave, donde se juró permanecer hasta el final: La Dirección de Espionaje Internacional (DEI).
Muchos se preguntaron a través de los años como un técnico electromecánico que apenas balbucea un “hello” en inglés podía estar al frente de una oficina internacional y la verdad es que aún no apareció una respuesta consistente. Aunque, puertas adentro, todos sabían los motivos reales y las técnicas de Mario para lograr sus objetivos. En esos niveles del poder, nada cuenta más que, precisamente, cumplir con lo que se pide sin importar el camino para lograrlo. En eso, nadie lo niega, Beltrán se volvió un especialista.
También a causa de sus “métodos” logró, justamente, el respeto de todos. Hasta del mismo Presidente que, conocedor en detalle de su currículum, lo había mandado a buscar esa tarde a su oficina para tratar personalmente un tema de extrema trascendencia para la Nación. Así le dijo el Ministro que lo convocó: “Venite ya que el Presi quiere verte urgente para tratar un tema delicadísimo que sólo quiere hablar con vos”.
Nunca se imaginó llegar a esa situación. Cuando le cuente a su mujer lo que estaba pasando se iba a hinchar tanto de orgullo que no le iban a entrar ni los ruleros, pensaba Beltrán con muy escaso dominio de las metáforas comparativas.
Es que para un “cabezón ignorante” como él -así lo llamaba maliciosamente su padre durante la adolescencia-, proveniente de un suburbio bonaerense como Tapiales y con el colegio secundario cumplido a duras penas, parecía sencillamente imposible que el propio Presidente lo convocara para cualquier cosa. Menos todavía para tratar un tema… ¿Cómo mierda habían dicho? ¡Ah sí! De extrema trascendencia para la Nación.
¡Qué lo re parió! Si hasta ya se veía en la ceremonia íntima, propia de los servicios secretos, recibiendo la Medalla al Mérito de manos del primer mandatario. ¡Cómo se iba a poner Mabel cuando le cuente! Aunque pensándolo bien, tal vez era mejor no contarle todavía, no sea cosa que la gorda lo suelte sin querer en la peluquería, como pasó con el caso aquel del cargamento ilegal de supositorios adulterados proveniente de Bangkok. ¡Con lo que le había costado aprender dónde quedaba Bangkok! ¿Qué carajo iba a conocer él una ciudad de Holanda? Estos gringos, también, le van a poner el nombre de su pintor más famoso a la capital del país. ¡Hay que ser pelotudos! Sí, mejor no decirle nada todavía a su esposa.
En esos pensamientos estaba envuelto el destacado Director de Espionaje Internacional mientras esperaba, afuera del despacho presidencial, a que lo hicieran pasar a la reunión de emergencia. Aprovechó para mirarse en el vidrio de un cuadro por última vez y se acomodó el nudo de su corbata de seda italiana comprada en el último viaje a Miami. Pocos segundos después, la puerta principal se abrió y la voz fría del Ministro de Defensa lo invitó a entrar.
- Pase Beltrán, lo estábamos esperando- dijo. Y Marito se sintió como Bochini en México ´86 cuando entró por Maradona para jugar aunque sea un minuto en un mundial de fútbol.
Cabeza en alto, el saco prolijamente abrochado por el segundo botón y los brazos firmes al costado del cuerpo, Beltrán avanzó directo hasta quedar frente al Presidente que, rodeado de 3 o 4 asesores, lo observaba con impaciencia.
- Señor Presidente, es un honor… -arrancó Marito, estirando la mano hacia el mandatario. Pero la cosa venía jodida parece y el hombre no estaba para formalidades.
- Déjese de boludeces, Beltrán.
Y Beltrán, fiel al estilo que lo había catapultado hasta su puesto actual, se dejó de boludeces y guardó silencio, atento a las palabras que salieron de inmediato de boca de un oscuro secretario sentado en una silla del rincón.
- Mire Beltrán -explicó la voz-, lo mandamos traer porque tenemos una información relacionada con una operación de Brasil que ataca directamente al corazón de nuestra Nación. Y como usted está al frente de la DEI queríamos que nos ponga al tanto de lo que ha podido investigar al respecto. Porque damos por descontado que esto usted ya lo sabría. Por favor, pónganos al tanto de la “Operación Garoto Novo”.
Las palabras del anónimo secretario sonaron tan lejanas a Mario como la distancia que existe entre Polo Norte y Sur. Sin embargo, preparado habitualmente para este tipo de situaciones, respondió con tono tranquilo y seguro de sí mismo.
- Si me disculpan, señores, para mí sería mucho más expeditivo que primero me contaran Ustedes que es lo que saben así luego podré completar simplemente los blancos que tengan en su versión de los hechos.
Práctico. Directo. Hábil para dar vueltas las cosas, Marito desabrochó su saco para sentarse en el sillón de un cuerpo, junto a la lámpara de pie. No sin antes, claro, pedir permiso al Presidente con un delicado movimiento de cabeza.
- Tiene razón, tiene razón -se apuró en señalar el Ministro de Defensa, que agregó-. Si su excelencia me lo permite, puedo hacer una breve descripción de los hechos para el señor Beltrán.
- Proceda Urrutia, no perdamos más tiempo en debates -bramó el mandatario, recostándose en la butaca de Rivadavia. Y Urrutia, uno de los "lameculos" más destacados del Gabinete, procedió ante la curiosa pero disimulada mirada de Beltrán.
- Mario, necesitamos sus recursos y conocimientos para encontrar al hijo de puta que está por cometer el mayor acto de traición a la patria de los últimos 300 años de historia nacional -sentenció indignado el Ministro, demostrando además que de historia Argentina sabía poco y nada. O bien, que no le importaba un carajo-.
- ¡No sea boludo Urrutia! ¡Nuestra patria tiene 200 años de historia nomás! ¿Por qué mejor no se limita a lo que se le pidió? ¿No ve que la caga cuando habla de más? -el comentario del Presidente sonó tan implacable como el ruido de rotas cadenas. Y entonces, Urrutia, siguió.
- Usted sabe Beltrán que nuestro país tiene un símbolo que lo representa y lo hace único en todo el mundo. No estoy hablando del tango, ni el colectivo, ni la birome. No. Me refiero a eso que nos identifica como argentinos. Y usted también sabe que nuestro país cuenta con un solo empresario capaz de producir ese bien tan preciado. Ese mismo mercenario que guarda su fórmula bajo siete llaves, con más recelo que la receta de la Coca. De la gaseosa quiero decir, no de la otra. Resulta que hace unos meses, ese destacado ejecutivo solicitó un favor algo personal a nuestro Presidente quien, con mucha sabiduría, se lo denegó. Se imaginará el ataque de cólera que invadió al empresario. Tanto así que, preso de la furia, amenazó con irse del país y llevarse consigo su producto. Nuestro símbolo en el mundo.
Mario seguía atento el relato del Ministro sobre el cual, sin dudas, no tenía la más mínima noticia o registro alguno. Cuando volviera a su oficina se iba a encargar de tomar las medidas correspondientes con sus inútiles subordinados.
- Hace unas semanas -retomó Urrutia-, nos llegó un mensaje cifrado de nuestra Embajada en Brasil que alertaba de un inusual encuentro entre dicho empresario y el Ministro de la Producción del país vecino. De inmediato, el peor escenario posible se materializó ante nosotros. Ese reverendo sorete traicionero no sólo se iba a llevar nuestro producto emblema, sino que se lo quería dar a los brasileros. ¿Se imagina, Beltrán? ¡Justo a esos negros caipirómanos! ¡A esos inescrupulosos y carnavalescos brasucas que todavía insisten en que Pelé no es un pedófilo! ¿Se imagina, Beltrán, si ahora encima se quedan con nuestro ícono representativo alrededor del planeta y lo convierten en propio? ¿Con qué credibilidad vamos a decir después que Diego es el Mejor del Mundo? ¿Eh?
El tipo se había puesto loco de rabia. Estaba tan ofuscado y alterado que tuvo que sentarse para recuperar el aire. En ese instante, Beltrán se temió lo peor. ¿Cómo iba a poder responder a la solicitud que le hiciera el Presidente si no tenía ni idea de lo que pasaba? Mucho menos aún de lo que tramaban los brasileños, con quienes rompió relaciones una vez que le dieron de comer Feijoada como plato principal en una reunión bilateral. ¡Y todo porque del portugués no entendía ni el menú de la cena!
Sin embargo, con la cintura política que le habían dado sus casi 25 años en el servicio de inteligencia del Estado, se puso de pie enérgicamente y, mientras se abrochaba el saco otra vez por el segundo botón, increpó a los presentes con una frase que le permitiría salir de inmediato de esa habitación.
- Señores, pídanme sin más vueltas lo que esperan de mis hombres y me pondré a trabajar en ello de inmediato.
Impecable. Contundente. Todos se miraron sorprendidos por la celeridad y seguridad que transmitía el Director de la DEI, y permanecieron en silencio unos segundos hasta que el Presidente retomó la palabra para ordenar lo que ya no podía demorarse más.
- Lo que necesitamos de usted, Beltrán, es muy sencillo. Detenga a ese traidor, antes que se reúna con los brasileros, pero no sin antes…
El mismísimo Presidente se frenó, entre dubitativo y horrorizado, ante el tenor de las palabras que estaba por pronunciar. Pero todos lo observaban ya resignados ante la inminencia de la catástrofe.
- Dígalo sin vueltas, su excelencia -insistió curioso Marito, aún en ascuas sobre el tema.
- …No sin antes conseguir, como sea, la fórmula que ese mal parido guarda escondida para la fabricación del auténtico dulce de leche.