lunes, 10 de agosto de 2009

Un fantasma del pasado

Normalmente no escribo sobre cuestiones políticas ya que se trata de un tema muy complejo que no conozco en profundidad. Sin embargo, el reciente golpe de estado en Honduras me inquietó lo suficiente como hacer una excepción.
Muchas veces me detengo a observar en el televisor las cruentas imágenes que llegan de lugares demasiado lejanos a nosotros, como Oriente Medio o África. Son realidades sangrientas, cruentas y permanentes batallas. Algunos luchan por recuperar la democracia o imponer una dictadura y otros por conseguir independencia, un pedazo más de tierra o la libertad de profesar una religión. En todos los casos, el resultado es el mismo: Muerte y destrucción.
Durante los últimos años tuve un pensamiento recurrente al respecto. A pesar de la tristeza por estos terribles episodios, de alguna misteriosa manera me sentía “orgulloso” por lo que sucedía en tierras latinoamericanas donde, luego de años de oscura represión y dictadura, aprendimos a valorar y sostener la Democracia. Con sus falencias, errores e injusticias, pero democracia al fin.
Sentía que, más allá de luchas sociales o crisis económicas, América Latina ya no volvería a sufrir golpes de estado o la imposición de regímenes no elegidos por el pueblo.
De hecho, durante la Maestría en Periodismo que cursé el año pasado, tuve que elegir un tema de "Política Internacional" para desarrollar y había pensado en escribir sobre la imposibilidad de nuevos golpes militares en América. Pero la idea me parecía tan poco probable que la descarté de inmediato. Entendía que -por fin- habíamos aprendido de los errores del pasado, que tantas vidas habían costado.
Pero -siempre hay uno-, en estos días los "vecinos hondureños" resucitaron un fantasma del pasado que parecía desterrado en la región. Volvió el miedo. O quizás nunca se había ido, en realidad.
¿Cuánta sangre habrá que derramar para aprender a vivir en paz? Sé que suena a frase hecha, pero no por eso deja de ser una pregunta fundamental, ¿no?
Ahora, veo en el televisor las mismas dolorosas imágenes de enfrentamientos entre civiles y militares en las calles, pero mucho más cerca de nuestra realidad. Los habitantes de Honduras resisten para no perder su Democracia. Ojalá, pienso un poco incrédulo.
¿Acaso será que los latinoamericanos viviremos siempre condenados a las turbulencias políticas, financieras y sociales?
Prefiero creer que no, pienso un poco esperanzado.