lunes, 24 de agosto de 2009

Ser Cuervo


Desde temprano se sentía en el aire que iba a ser un día importante para el lugar. Había nervios en el cotidiano ir y venir de la gente por San Juan y Boedo, punto neurálgico de la historia cuerva. En el tradicional bar de la esquina Homero Manzi, Mariano esperaba la llegada de sus amigos, cuervos como él, sosteniendo entre sus manos una camiseta de la temporada pasada. Ya no sentía el cansancio por los 10 mil kilómetros que había hecho desde Los Ángeles, donde trabaja como gerente de Playboy Latinoamérica, para compartir su pasión entre amigos.
A pesar que el equipo tenía otro difícil desafío, el optimismo dominaba entre los hinchas. De a poco, el “tanguero” interior del bar dio paso al colorido azulgrana. Banderas, bufandas y muchas camisetas taparon las mesas a minutos del inicio del partido. Comenzaron los gritos de aliento y algunas canciones.
El más ruidoso era Lucas, un chico uruguayo que llegó a la Argentina en 1996 y se convirtió en fanático del Ciclón. “Había ido con unos amigos al Nuevo gasómetro y me separé de ellos en la puerta. No tenía plata ni entradas, y se me acercaron unos chicos de la villa a pedirme unas monedas. Cuando les conté lo que me había pasado, que me iba a quedar sin ver a San Lorenzo, se fueron. Pero regresaron al rato con dinero para que pueda comprar mi entrada. Ahí descubrí la mística de la gente de este club y me hice hincha para siempre”, se acuerda emocionado.
El partido está por arrancar, como las miles de ilusiones de otros miles de hinchas que sueñan con un campeonato o con la primera Libertadores. Es el debut de San Lorenzo en la temporada 2009 y, al ratito nomás, las esperanzas se reavivaron con el primer gol contra Tigre.
Fue 3 a 1, al final. En segundos, las mesas se vaciaron y empezó otra espera, la de la gran cuenta pendiente del club: la Copa Libertadores. Pero para eso faltan unos días todavía.
Mientras tanto, en el bar, unos maquillados bailarines se preparan para el show de tango destinado a un contingente de turistas alemanes.
Suenan los primeros compases de Yira Yira: “Cuando la suerte, que es grela, fayando y fayando, te largue parao…”.