lunes, 16 de agosto de 2010

Chácharas y peroratas sobre la suerte

Es bastante común, sobre todo entre los argentinos, considerar que en cuestiones de “suerte” estamos más que “cagados por las palomas”. Por eso decimos que fuimos “meados por dinosaurios”.
Pero más que referir la cuestión a un mero capricho del destino, no siempre deberíamos echarle la culpa de todo a la “suerte”, buena o mala. Porque en definitiva, es una cuestión de enfoque, de cómo se encara la cosa.
Pero, ¿qué mierda es la suerte?
No sé definirlo exactamente, pero estoy seguro que existe “algo”, no me caben dudas (destino, suerte, karma… Póngale el nombre que a usted más le guste). Aunque últimamente, me convenzo más de que todo depende del cristal con el que se mire.
Por ejemplo: Me gusta una chica que pasa caminando por la vereda y le digo un piropo. Ella, sin detenerse, me suelta un montón de insultos con cara de mala onda y humor de perros y, casi al final agrega “…y si te agarra mi marido, te caga a trompadas”.
En ese caso, ¿de quién es la mala suerte? ¿Mía, porque una mujer no me correspondió? ¿O del pobre marido que tiene que se casó con esa bruja de mierda?
Lo que es sorprendente, también, son aquellas acciones que podemos llegar a hacer por un poco de suerte ¿Se dieron cuenta? ¡Nos ponemos muy, muy pelotudos!
Que una cintita roja en la muñeca (lo cual para los hombres es de por sí una mariconada); que 3 pasos para atrás si se cruzó un gato negro; que bajar a la calle sin mirar, con tal de no pasar debajo de una escalera…
¡Hasta somos capaces de no ir a una entrevista de trabajo si nos pasa algo así! Y está bien, para qué vas a ir sí ya se sabe cómo va a terminar la cosa, ¿no?
Si das 3 pasos para atrás, seguro perdés el colectivo y llegás tarde. Y si no los das, te rechazan en la entrevista por el efecto del gato negro. ¡Qué decisión difícil!
Encima, es terrible la presión que te mete la suerte con episodios como ese. Por ejemplo, hay gente que se topa con una escalera en la vereda, porque están arreglando una marquesina... ¡Y se van hasta la mitad de la calle, con tal de no pasar por debajo y tener mala suerte! ¿Y si los atropella un auto? ¿Eso es mala suerte, igual? ¿O se anula? ¿Cómo es ahí la cosa? ¿Hay un reglamento al respecto? ¿O simplemente es un extremo pelotudo?
Romper un espejo, cruzar de frente un pelirrojo, el número capicúa de un boleto… Todas trampas del destino disfrazadas de técnicas para la buena o mala suerte. En realidad, para hacernos desconfiar nomás.
En una época, incluso, tenía la billetera desbordada de boletos con números capicúas que fui juntando durante años. Hasta que un día… ¡Me robaron la billetera! ¿Qué pasó? ¿Estaban vencidos los boletos? ¿No se suponía que me daban buena suerte? ¡La puta que lo parió!
En fin. Me parece que la suerte es una casualidad del universo, caprichosa y muy puta, que te mira por encima de un hombro con desdén. Como sobrando la situación, pero con una serenidad envidiable.
Claro, como para no estar tranquila, ¿no? Si el damnificado es uno y no la suerte cabrona que se queda serena… Más Serena que la Williams. Sí, la tenista negra… ¡¡¡Como mi suerte!!!