lunes, 2 de mayo de 2011

Por Julito, cualquier cosa


Ya sé lo que va a pasar. Seguro ya te enteraste por ahí. Así que llegarás a casa hecha una tromba y, agarrándote la cabeza con las manos, me vas gritar: “¿Se puede saber qué hiciste? ¿Vos sos pelotudo o te hacés?”
Como siempre, no te voy a responder ninguna de las dos porque sé muy bien que no te interesan las respuestas. También sé perfectamente que tampoco querés escuchar mis explicaciones.
Así que me quedaré callado. Una vez más. Mirando el piso y tamborileando con los dedos de una mano sobre la mesa de la cocina. A lo sumo, levantaré la cabeza para cebarme otro amargo. Por ahí, incluso, hasta te lo estiro a vos. Aunque sé que no lo vas a aceptar. De jodida nomás.
Seguro pegarás uno o dos gritos más, porque eso es lo que haces cuando hago algo que a vos no te gusta. Y ni siquiera intentaré un amague de abrir la boca porque, como repetís en estas ocasiones, “mejor quedate chito ahí, ¿eh?”.
Después de unos minutos, cuando te canses de escuchar tu propia voz, irás al baño a lavarte las lágrimas de bronca o a la pieza para llorar contra la almohada.
Más tarde se te pasará la mufa y me vendrás a dar un abrazo. A decirme cuánto me querés pero que la cosa así no va. Que debo pensar más en vos y en Julito, porque él ve lo que pasa y sufre. "¿Sabés lo que sufre tu hijo?" 
Y yo, hastiado de todo, te juraré por centésima vez que no lo quise hacer, que no quedaba otra y que nunca más lo voy a hacer de nuevo.
Entonces vas a volver a llorar porque sabés que lo que digo es mentira. Y te lo aguantarás porque, como dice tu mamá, vos me querés y me bancas cualquier cosa.
Pero ahora, cuando finalmente me dejes hablar, te darás cuenta que no. No será como siempre. No podré deshacer lo que hice ni prometerte que no lo haré jamás. Porque como dijiste recién, tengo que pensar en Julito y, por mi hijo, hago lo que sea. Incluso, robar y matar.