miércoles, 13 de julio de 2011

Crónicas de la AFO - El Origen Profano

Cuando la AFO era la FFA (Forgotten Footballers Association) sus integrantes, humildes y escasos en la época, debieron soportar ataques de todo tipo, no solamente verbales. Eran tiempos difíciles en la cuenca del Plata.
Recordemos que el ahora popular juego de fútbol llegó a Buenos Aires hacia 1840, de la mano -o los pies debería decir- de aquellos curtidos, ásperos y vehementes tripulantes de barcos ingleses que pasaban sus ratos libres corriendo y dándole patadas a un extraño objeto esférico, en los terrenos baldíos linderos al Puerto. 
Desde esos artesanales tiempos se llegó a 1867, momento en el cual los hermanos Hoggs fundaron el Buenos Aires Football y, a los pocos días nomás, se jugó el primer partido entre "gorras blancas" y "gorras coloradas".
Uno de los equipos, en las crónicas no queda claro de qué color, alineaba entre sus hombres a un esmirriado criollo de raíces anglosajonas a quien todos llamaban cariñosamente, "Tio". En efecto, no era otro que Ecuménico Theodoro Iraola Russell
Íntimo compañero de juergas de los hermanos Hoggs, el verborrágico Theodoro no tardó en ganarse el ánimo y simpatía de la muchachada que, enseguida, lo incluyó en el naciente conjunto deportivo.
Cuentan que Theo (en inglés se pronuncia “zio”, aunque para los criollos quedaría como "Tio"), era la mezcla perfecta entre la sofisticación y el glamour londinenses con la picardía y altanería rioplatense. Si bien estas últimas cualidades a veces le jugaban en contra, Theo se ganó un lugar en el grupo y, pese a que no entendía mucho de qué iba la cosa, supo recurrir a su astucia para disimular carencias deportivas.
De cualquier manera, aquel 20 de junio de 1867 una aristocrática y desconfiada muchedumbre se agolpó a las puertas del Buenos Aires Cricket Club, escenario elegido para el primer partido de fútbol en la Argentina. Cabe aclarar que por esa fecha, el profesor Watson Hutton -mediática e injustamente nombrado como el padre y artífice del fútbol en Buenos Aires- todavía se encontraba tomando el té en las frías y transatlánticas islas británicas.  
El caso es que, luego de algunas idas y vueltas, los hermanos Thomas y James Hogg accedieron a la divertida idea de Theodoro para invitar a los ciudadanos, mediante un anuncio en el diario The Standard, a presenciar el espectáculo deportivo dominical conocido como Football. Un visionario del marketing, se podría decir, un adelantado a su tiempo en muchos aspectos. Y ahí nomás, en medio de una revoltosa incertidumbre, se fundó el Buenos Aires Football Club (primero del fútbol nacional, aunque no reconocido oficialmente todavía). 
Así, en una tormentosa tarde de invierno porteño, se organizó el incomprobable enfrentamiento entre “colorados y blancos” que ganaron los primeros por 4 a 0, con 3 goles del desfachatado pero oportuno, Theodoro.
Casi de inmediato, los asistentes al inusual evento coincidieron en que se trataba de una experiencia increíble y decretaron que ése -y no el cricket o el tennis- sería el mejor entretenimiento de la clase alta rioplatense. Y hasta que algún tiempo después el juego llegó a las clases media y baja de la ciudad, el Football fue patrimonio exclusivo de los aristócratas locales, dentro de sus sectarios clubes de fin de semana.
En esa marea de refinamiento y popularidad descolló Theodoro Iraola Russell. Por entonces, pocos conocían que su primer nombre era Ecuménico y que el futuro lo colocaría como fundador clandestino de una naciente, forzada e innecesaria Forgotten Footballers Association, devenida luego en tiempos más nacionalistas, en la Asociación de Futbolistas Olvidados
Pero eso es parte de otra historia…