martes, 25 de octubre de 2011

Cuestión de tiempo



Te comunicaste con la casa de Agustín, después de la señal dejame tu mensaje. ¡Piiiiiiiiiiiip!

- Hola, Agus, soy yo. ¿Estás por ahí? Bueno, espero que escuches esto antes de salir para el aeropuerto. Me hubiera gustado decirte en persona una cantidad enorme de cosas que escribí para vos. Pero ahora, junto al teléfono, preferí dejarlas sobre la mesa y que me invada la espontaneidad. Sí, ya sé, pensarás que soy una cagona.
De cualquier manera, tengo una sola cosa para decirte. Pero antes, me gustaría que sepas que te hubiera dado mi alma, mi corazón y todo mi amor; aunque dicho así, acá, suene a tan poco.
Sin embargo, hoy siento que el destino atropelló nuestra relación y la dejó tirada, moribunda, al costado del camino de la vida.
Ese mismo sendero que hoy te llevará tan lejos de mí, tanto que me parece que jamás podré alcanzarte para abrazarte y decirte cuánto te amé. Cuánto te amo todavía.
Porque aunque parezca ridículo, siento que sos mi gran amor. El hombre de mi vida. Esa persona con la cual soñé en mis fantasías adolescentes creyendo, contra todos los comentarios, que iba a llegar algún día.
Y finalmente llegó el hombre de mis sueños. Vos, que supiste despertarme con un beso en la boca, como pasa en los cuentos.
Ahora todo cambió y por más que quiera, no tengo la opción de volver atrás. Tampoco lo haría, creo. Cometería el mismo error y, no lo dudes, también volvería a… 

¡Piiiiiiiiip! 
Usted utilizó todo el tiempo disponible. Gracias.


lunes, 17 de octubre de 2011

Estaba sola


Cuando miró alrededor, estaba sola. "Qué pasó", reflexionó. Iba a ser un encuentro más, como tantos otros. Él le diría cuánto la había extrañado y ella le respondería con un cariñoso “te amo”. Él, la sorprendería con una delicada flor y ella, apasionada, lo besaría.
Pero una cosa llevó a la otra y, sin darse cuenta, estaban peleando como nunca lo habían hecho. Él se hartó, ella le reprochó. Él se sinceró y ella no lo aceptó.
Luego de un instante advirtió la soledad que la envolvía. Indudablemente había quedado sola. Aún desorientada, permaneció de pie un rato más junto al gastado banco de madera de la plaza.
Finalmente, reaccionó. Indignada y triste, se fue a su casa.
También abandonada, testigo de la ruptura, la flor quedó sobre aquel banco. Ignorada, desconcertada y desechada. Estaba sola.


lunes, 10 de octubre de 2011

Jubilados

"Usted hágame caso y después me cuenta”, dijo Arturo con seguridad pero sin sacar las manos de los bolsillos por el frío de la tardecita. Ese año, el otoño había llegado antes, tal vez apurado al igual que ellos para darle un cierre a la cuestión.
Es cierto que no quedaba mucho tiempo y Arturo, viejo lobo de mar, sabía que su socio no aguantaría una situación así. "A nuestra edad, la presión de tomar una decisión podía resultar determinante", meditaba.
El resto de los jubilados reunidos en la plaza tenía la vista atenta en ellos dos. Por eso, con toda la tranquilidad del mundo, Arturo interrumpió la explicación que intentaba su amigo y, mirándolo a los ojos para transmitirle su confianza, insistió:
- Hágame caso, Evaristo. Dele con todo a la rayada que yo después arrimo al bochín.
El partido de bochas parecía sentenciado.


lunes, 3 de octubre de 2011

La vuelta de Jacinto Poseidón Arrieta

La vida de un deportista profesional es un continuo ir y venir de buenos y malos momentos, sobre todo en el mundo futbolístico. Sólo unos pocos pueden vivir un éxito perenne.
Ese camino de gloria sempiterna sólo fue construido para que lo recorran aquellos tocados por la misteriosa y caprichosa “varita mágica” del destino: los cracks, genios, habilidosos, distintos y maestros de este popular deporte.
Por eso este periódico matutino se enaltece al dedicarle su crónica central a uno de esos iluminados. Un ídolo -con todo el esplendor de la palabra- que anunció su regreso a los estadios nacionales: Jacinto Poseidón Arrieta. O simplemente “Cachetazo”, como le pusieron sus pares adolescentes. Ese “arlequín endemoniado” que regalaba malabares con la redonda desde sus precoces 13 años, engalanando las divisionales inferiores en aquella recordada escuadra de Sportivo Central.
Y pensar que el siempre ingrato ambiente llegó a calificarlo de “perdido”, “abandonado” y “fiestero” cuando una que otra vez lo vieron salir de los burdeles de Rumania, a las 8 de la mañana. Creyeron que las cifras de su pase internacional lo habían desorientado. ¡Pero, Por Favor! Por qué no explicaron mejor que eran épocas difíciles en el Steaua de Bucarest y el sistema comunista no estaba preparado para albergar a una luminaria como Cachetazo. Pero como el Ave Fénix, tapándole la boca a todos, Jacinto hizo de tripas corazón y en unos pocos meses demostró que estaba más allá de lo terrenal. Se repuso de las calumnias y suspensiones para dar la gran sorpresa del mercado europeo de pases. En una transferencia histórica para la época, fichó por el Atromitos FC de Grecia y nuestro embajador de la pelota partió hacia la mitológica ciudad de Peristeri.
Desafortunadamente, la metrópoli griega aún no había evolucionado lo suficiente para cobijar tanta magia. Entonces, cuando muchos hacían fila para sepultarlo en el cementerio de los fracasos anunciados, llegó el merecido y justo reconocimiento. El poderossísimo fútbol italiano posó su selecta mirada sobre la fulgurante estrella para incorporarlo sin escalas en la Società Sportiva Scafatese Calcio, de la por entonces incipiente Divisione Girone C.
Así, el arribo al calcio de Jacinto Poseidón Arrieta representaba un importante quiebre en su carrera. Si bien a su llegada nomás estuvo parado 6 meses por un desafortunado tropezón mientras bajaba por la escalinata del avión de Alitalia, los cronistas deportivos recuerdan todavía hoy sus legendarios enfrentamientos con el mismíssimo Silvio Berlusconi.
Incomprensiblemente, el por entonces Presidente del imbatible Milán, ante los requerimientos de los periodistas del Giornale di Scafati (diario que cubría la campaña del Scafatese), se empecinaba en declarar que “no conocía a nadie llamado Jacinto Poseidón Arrieta”.
Imperdonable. Increíble. Una bravuconada más del ahora Primer Ministro Italiano. Un provocador con todas las letras que intentó llevar a Cachetazo al terreno de los ataques mediáticos. Afortunadamente, nuestro abanderado -conocedor de escándalos- jamás entró en ese juego perverso e indecente porque, entre otras cosas, no entendía ni una palabra de la lengua del Dante.
Cuestiones idiomáticas al margen, Cachetazo tuvo tardes apoteóticas con la casaca esmeralda del “Scafa” y la cittá tutta lo adoró, lo idolatró y hasta lo canonizó como “San Schiaffo”, patrono futbolístico de la ciudad.
Eran sábados conmovedores en el Stadio Comunale con los tifosi coreando su nombre desde la tribuna. Y nuestro compatriota, señores, hábil para interpretar los códigos tribuneros, devolvía ese cariño con de su rendimiento en el inmaculado terreno de juego: En esa primera campaña finalizó con cuatro goles en su haber. Una de tantas proezas que, sin dudas, repasaremos en futuras ediciones.
Pero hoy, queridos lectores, queremos agradecer a este “zurdo derrochador” que dejó el viejo continente -donde gozaba de grandes comodidades- para volver a la tierra que lo vio nacer. Seguramente, su llegada al club Claypole colmará de inacabables y pertinaces destellos de calidad a la Primera D Nacional.