lunes, 10 de octubre de 2011

Jubilados

"Usted hágame caso y después me cuenta”, dijo Arturo con seguridad pero sin sacar las manos de los bolsillos por el frío de la tardecita. Ese año, el otoño había llegado antes, tal vez apurado al igual que ellos para darle un cierre a la cuestión.
Es cierto que no quedaba mucho tiempo y Arturo, viejo lobo de mar, sabía que su socio no aguantaría una situación así. "A nuestra edad, la presión de tomar una decisión podía resultar determinante", meditaba.
El resto de los jubilados reunidos en la plaza tenía la vista atenta en ellos dos. Por eso, con toda la tranquilidad del mundo, Arturo interrumpió la explicación que intentaba su amigo y, mirándolo a los ojos para transmitirle su confianza, insistió:
- Hágame caso, Evaristo. Dele con todo a la rayada que yo después arrimo al bochín.
El partido de bochas parecía sentenciado.