lunes, 15 de agosto de 2011

Eterno Amore Mio

"...porque así será, aunque lo neguemos".

Faltaban unos minutos todavía para la hora acordada, cuando María abrió la puerta de su casa, más por convicción que por entusiasmo. Llevaba el pelo recogido y se había vestido tan elegante como lo requería una cena romántica con Manuel, el hombre que la haría feliz.
Pero no era quien ella esperaba, sino un mensajero que le traía un sobre. Algo desilusionada, o tal vez aliviada, lo aceptó y firmó la planilla. 
Luego cerró la puerta y apoyó su espalda contra ella. Leyó el remitente y de inmediato la invadieron los temblores. Se dejó caer despacio hasta quedar sentada en el piso, hecha casi un ovillo. La ansiedad de hace unos instantes, se transformó en nervios que brotaban desde sus entrañas. Sin más, rompió el sobre desesperada por descubrir su contenido.
Una, dos, tres hojas medianas escritas a mano con una letra de imprenta grande, clara y redondeada. Conocida. Incluso, era la misma tinta de color negro fuerte que utilizaba para dejarle mensajes de amor pegados en la puerta de la heladera, cuando la relación apenas comenzaba.
Algunos mechones oscuros se le escaparon del prolijo peinado y le cayeron en la cara. La mirada de María seguía expectante sobre los trozos de papel. Antes que una lágrima de rabia corriera por su mejilla, decidió empezar la lectura:

 Te escribo desde la más profunda y triste soledad. Ya sé que prometí que nunca volverías a saber de mí, pero como ves, ha sido imposible. Ni eso pude hacer bien con vos. Ahora estoy sentado en un escritorio mirando a la pared, aunque me siento como un condenado a punto de enfrentarse al pelotón.
          Ayer, mientras me decidía a escribirte, me pregunté si es necesario recurrir a las palabras para explicar cuestiones del corazón. Y lo único que comprendí fue que, cada vez que surgían nuestras discusiones, siempre ponías en juego la continuidad de la relación. Como si de esos entredichos dependiera la esencia misma de nuestros sentimientos. Nunca entendí por qué. A lo mejor tuviste razón. No importa ahora, pero creo que en cuestiones de amor no podemos tener certeza de nada. 
          Hoy sólo quiero hablarte sobre la maravillosa pasión que me llena el espíritu cuando todavía pienso en vos. Cuando me imagino rozando tus labios o envolviendo ese pequeño cuerpo entre mis brazos. Cuando por las noches recupero en mi memoria tantos momentos que guardo para cubrir tu incomprensible y ridícula ausencia.
            Debería contarte que te extraño, pero ya lo sabes. Mejor, dejame decir que te amo: Como ayer y como siempre. Mi corazón lo repite a cada instante como si fuera el eco que retumba en este cuerpo ya vacío, desocupado de emociones desde que vos no estás. No pude experimentar sensaciones tan fuertes como las que tuve a tu lado. No logré revivir en mí lo que generaba tu compañía, tu mirada, tu sonrisa… Tus esperadas palabras de amor que nunca llegaban. Igual, y sin ellas, me siento morir por tu falta.
            Y por eso sé que te amo. Por lo que generas aún en mí. Por aquello que supiste darme y por lo que nunca te interesó dar. Pero todo era parte de un mismo viaje que se volvió mágico desde aquella tarde primaveral en que te recorrí por primera vez. Ahí cambió mi vida, para bien y para mal.
            Ahora me tomaré unos instantes para repasar cada minuto a tu lado. Para impregnar mi piel con el aroma y la suavidad de la tuya. Para cubrir mis labios con tus besos y para inundar mi alma con tu amor, que es el mismo que yo siento por vos.
            Después, saldré a la calle para enviar esta carta y volveré a la habitación en penumbras. Voy a asegurarme que, de una vez por todas, ya no volverás a saber de mí. Cerraré los ojos y, con tu preciosa imagen en mi mente, apretaré el gatillo. Sonriendo de felicidad por haberte conocido.
                                                                                             Tú eterno enamorado.

María estrujó las hojas con sus manos hasta casi romperlas. Después las arrimó a la cara y las empapó con su llanto, incontenible desde el primer párrafo.
Ella esperaba esa tarde por otra persona y, sin embargo, apareció la misma de siempre. Ese idiota que no supo quererla y valorarla. Ese al que todavía hoy, cuando es íntimamente necesario, nombra como “eterno amore mío”.
Sin darse cuenta había estado más de 20 minutos sentada junto a la puerta y no se percató de los golpes de Manuel. Recién volvió a la realidad al escuchar que la llamaba a gritos por su nombre.

- ¿María, estás ahí? Dale, que se hace tarde.
  
La voz del hombre sonaba desinteresada, apurada; pero a María, además, le pareció fría, distante, ajena a su mundo. Ajena a su corazón. Se puso de pie, se secó las lágrimas y abrió unos centímetros la puerta. Manuel la miraba perplejo desde el pasillo. Ni siquiera pudo preguntar qué sucedía. 

- Disculpame -susurró la mujer mirando al piso- pero no me siento bien y quiero estar sola esta noche. Mañana te llamo y te explicó, no te preocupes, no es nada grave.

Cerró la puerta y con la carta entre sus dedos corrió hasta la habitación. Se tiró en la cama y explotó en un dolor contenido desde hacía meses. Tal vez Manuel seguía en el pasillo, desorientado, pero eso no le importó. 
Luego entendió su error: Creyó que podía olvidar el amor por aquel hombre, con la simple aparición de este otro.
Debe haber llorado hasta quedarse dormida, bien entrada en la madrugada. Durante todo ese tiempo, en su cabeza estallaron miles de imágenes junto a su ex que, creyéndose inimputable, le había enviado esa maldita carta. Todos los recuerdos eran hermosos, alegres, apasionados. Porque la mayor parte del tiempo había sido así.
Se despertó con los primeros rayos de sol de la mañana. Dejó las tres hojas sobre la cama, con la tinta medio borroneada por las lágrimas, y se encerró en el baño. Necesitaba una ducha caliente para acomodar las ideas. Aunque sabía que todo estaba definido.
Se vistió como a él más le gustaba y salió a la calle para ubicarlo de cualquier manera. Si todo había sido una trampa para recuperarla, ella volvería con su eterno enamorado. Pero si la carta era real, también estaba preparada. Sabía lo que quería y cómo hacer para estar finalmente con él, sea como sea, incluso en la eternidad del amor.