lunes, 12 de septiembre de 2011

El Facebook de Raúl Miranda

 
“Todos lo tienen en el laburo, cómo no lo voy a tener yo”, se alentaba esa tarde lluviosa, mientras veía pasar la ciudad desde la ventanilla del colectivo. Raúl Miranda, 43 años, se había divorciado dos meses atrás y su ex mujer lo había dejado en la más absoluta ruina,  económica y emocional. 
A duras penas, su interacción social se reducía por aquellos días a las esporádicas charlas con los compañeros de oficina, en una multinacional de seguros, donde trabajaba como administrativo en el sector de Finanzas. Casi 18 años en la empresa. Hasta una placa le habían dado y por eso, entre otras cuestiones, sus jóvenes vecinos de escritorio lo volvían loco con las bromas.
Pero desde su separación, Raúl Miranda los observaba con atención. Intentaba aprender de ellos, comprenderlos, “aggiornarse” y, de esa manera, cambiar su vida actual. 
Quería hacerlo por él, pero también por Rosalía Oviedo, la secretaria del Gerente de Finanzas que se había separado el año pasado. Desde entonces, con sus bien llevados 41 años, ella se había convertido en el objeto de deseo de toda la plantilla masculina de la compañía. Del edificio entero, digamos.
Pero Raúl tenía una ventaja determinante: Era el mejor amigo del hermano de Rosalía, Ramiro, lo que le permitía conocer sus secretos, gustos, deseos y emociones. “Solamente tengo que acomodarme, encontrar el momento y no se me escapa”, pensaba desde que los lamentos de su divorcio dieron paso a la desesperación de la madurez en soledad.
Por ella, también, se había anotado en el gimnasio para tomar clases de Tae-Box, AeroLatino, BodyAttack, BodyPump, BodyStep, Fight-Do, Gap, SportPilates y Stretching. No tenía ni idea cómo se pronunciaban esas palabras, pero de todas las sesiones salió colorado, deshidratado y sudando la gota gorda. “Que lo reparió”, fue lo único que alcanzó a decir la primera vez, antes de desmayarse en el vestuario.
Por los mismos motivos, ese amor por Rosalía que lo invadió como a un adolescente, repensaba en ese instante las palabras de Ramiro, desde el quinto asiento del colectivo.
- Te digo que sí, Raúl. Se la pasa saliendo con tipos que conoce por Internet. Me dijo mi hijo que se llama "Feibu", que está muy de moda. Tenés que meterte ahí, haceme caso boludo. A ella le gustan los tipos modernos, entendés.
Ramiro, su estratégico amigo, sabía de “Feibu” lo que Raúl conocía sobre pueblos originarios en el sudoeste de Nepal. Pero las palabras de Ramiro, sumadas a la propia ansiedad, pudieron con sus dudas y su cabeza hizo click.
Arrancó preguntando en la oficina. Todos conocían “Facebook” (ahí aprendió a decirlo y escribirlo correctamente) y lo usaban a cada momento. Deambuló durante días de un escritorio otro, buscando orientación, hasta que los chicos de sistemas se apiadaron y le dieron una mano. No sin antes, claro, gastarle un par de bromas, como crear un perfil “gay” con su nombre o colocar una foto trucada e impresentable del inocente Raúl. 
Sin embargo, aquella tarde de reflexión en el colectivo, había dado el último paso y se sentía listo para el salto final. Sólo debía llegar a su casa, prender la computadora que su hijo usaba durante las visitas de fin de semana y pasar a la acción.
Bajó en la esquina de siempre, caminó con la cabeza gacha, como buscando respuestas entre las baldosas y, sin darse cuenta, llegó a su puerta.
Era la nochecita casi, así que se apuró para tomar un baño y picar algo antes de sentarse frente al monitor y comenzar su personalísimo Via Crucis. Pensar que Rosalía estaría en ese momento haciendo lo mismo, le sirvió de incentivo, tanto que empujo con fuerza el botón de encendido y casi lo deja trabado. 
Después, se arrojó sin más dentro del universo cibernético para dar sus primero pasos. 
Exactamente seis semanas después, Raúl no sólo participaba en Facebook sino que se había vuelto un experto. Tenía álbumes de fotos de la oficina, de sus hijos y de las últimas vacaciones en Mar de Ajó, tres años atrás, con la familia de su cuñada. Era uno de los pocos que contaba con el perfil completo al 100%, había editado su página con colores y personalizado cada una de las herramientas disponibles. "No sea cosa que alguien no me contacte por restricciones de acceso", se justificaba. 
Cada mañana, antes de salir para la oficina, dedicaba una hora para responder mensajes y actualizar su estado para el transcurso de la mañana: “Desayuné un café con dos tostadas y me fui a la oficina”.
Raúl era miembro de 28 grupos de interés: “Apoyo el cuidado del planeta al no tirar cáscaras de banana al piso”, era el más reciente. También se convirtió en Fan de 216 temas útiles: Desde “propiedades de la comida Beduina” hasta “Amamos Facebook sólo porque sí”.
Cada mañana, desde su ingreso al ciber espacio, llegaba tarde al trabajo debido a que pasaba las madrugadas enteras frente a la computadora. No podía dormir sin darle un toque a João, de Portugal, para comentar las canciones de moda en Ibiza, o felicitar en su cumpleaños a Urik, de Ucrania.
El colectivo que cada tarde lo llevaba desde la oficina hasta su casa, había cambiado por rápidos viajes en taxi que le permitían vencer las diferencias de horario para coincidir con sus amigos en distintas partes del mundo. Los viernes, por lo general, comentaba la noche de Barcelona con Jordi y Nuria, sus amigos de España. O escuchaba atentamente la descripción que Randy le daba sobre un nuevo bar en el down town de Nueva York.
Los fines de semana eran su momento favorito y ni siquiera tenía que vestirse. Se quedaba el día entero en pijama y ojotas; a lo sumo se calzaba una camiseta, si tenía que conectar la webcam. Por ejemplo, los sábados a la mañana completaba Test muy interesantes: “Cuál es tu personaje favorito en la exitosa serie Yugoslava Mirlo y su pandilla” o “Entérate qué color te conviene según la alineación interestelar de las galaxias”. Por las tardes, en cambio, se dedicaba a cultivar el intelecto desafiando inquietantes Quiz. Últimamente, pretendía terminar uno atrapante sobre “Cuánto sabes de Cine Búlgaro”.
Los domingos por la mañana, en cambio, repasaba detenidamente los Muros de sus contactos para no perderse detalle. Y, por la tarde, se había comprometido a jugar “FarmVille” con su amiga Lin, de Japón.
Su Agenda de Eventos tenía casi 458 destacados y, por eso seguramente olvidó de responder a la última invitación: “Peter quiere saber si asistirás a su fiesta de cumpleaños, mañana a las 19 horas en el bar Stone… de Copenhague”.
La vida social de Raúl en la ciudad no mejoró para nada. Pero en la web, era todo un éxito. Qué lejos había quedado ese aburrido regreso en colectivo, viendo pasar la ciudad indiferente. Y Rosalía, aquella codiciada mujer que lo motivó, se volvió una más entre sus 783 contactos.
Raúl Miranda, conocido en el ciberambiente como “Rulmi”, es hoy un hombre comprometido con Astrid, de Luxemburgo, quien anoche le dejó de regalo en el Muro un corazoncito violeta como símbolo de su amor incondicional.