martes, 22 de marzo de 2011

OPERACIÓN “GAROTO NOVO”: Otra misión del Agente Beltrán (4)


(Cuatro)
En el mismísimo instante en que Beltrán, más tenso y nervioso que nunca, se disponía a relatar la nueva misión a sus hombres, la doble puerta de vidrio del pasillo se abrió nuevamente y una figura imponente, pulcra y estirada se materializó a través de ella.
Se trataba -ni más ni menos- que del Director General de la S.I.A., Don Celso Bernabé Álzaga de Quintana que, a paso firme y acelerado, se arrimó a la mesa de reunión donde Beltrán y sus hombres quedaron petrificados. Sin demasiadas vueltas, el "capo" máximo interrogó con autoridad:
- Archivaldo… ¿Qué fue esa reunión con el Presidente, m´hijito?
La voz gruesa y monocorde del mandamás no alcanzó a disimular la furia y el enojo por quedarse afuera de semejante cenáculo. Antes que a una pregunta informativa, se pareció más a una inquisidora interpelación.
A estas alturas, no hace falta aclarar que el señor Álzaga de Quintana era uno de los pocos que aún podía referirse a Beltrán con el antiguo y denigrante apodo proveniente de épocas inexpertas. En parte, por ser el más viejo del edificio y, otro tanto, porque con ese detalle sentía que humillaba y ponía en su lugar a Beltrán, demostrándole quién mandaba en la Agencia. Y Don Celso Bernabé gustaba en demasía de maltratar al Director de Espionaje Internacional. Por supuesto, a su vez, esto  irritaba especialmente a Beltrán, sobre todo cuando Don Celso Bernabé le respondía con la despectiva e irrefutable frase: “Archivaldo… No me venga con boludeces que yo a usted lo conozco de pichón”.
La expresión “¡Qué viejo hijo de puta! se había convertido en la puteada preferida del Agente. A tal punto lo afectaba todo esto que, durante algún tiempo, Beltrán tuvo un sueño recurrente. Entraba en la oficina del Jefe Supremo de la S.I.A y, justo cuando éste empezaba a llamarlo Archivaldo, el Agente desenfundaba su Astra 44 RM y le bajaba el tambor completo: ¡Calibre 44 Remington Magnum, dedicado para la ocasión!, se decía mientras soplaba el humo del cañon del revólver, imitando a los cowboys de las películas...
Desde entonces, cada vez que se cruzaba con su Jefe intentaba como terapia relajante revivir ese esperanzador sueño. Esta vez no fue la excepción y, como tantas otras, no lo relajó.
De cualquier manera, después del insólito pedido del Presidente, la relación con el “Viejo” ni se acercaba a una de sus mayores preocupaciones. Aunque, sacarse de encima al dinosaurio que llevaba 25 años al frente de la Agencia, siempre estaba en el podio de sus inconvenientes más urgentes. Es que Don Celso Bernabé Álzaga de Quintana estaba en la S.I.A. desde… ¡Siempre!
Incluso cuando Beltrán ingreso, el Viejo ya era el U.N.O. (Unidad Necesaria Operativa), sigla con la que se demostraba que el Director de la Agencia era el único indispensable para su funcionamiento. Los demás, complementos prescindibles, desechables y reemplazables. Según su nombre en clave, Álzaga de Quintana era simplemente “UNO”, a secas, como para acrecentar aún más la gigantesca estampa del Director de la Agencia. Posición que, justamente ahora, veía amenazada por la reunión de Beltrán.
Si bien al señor Álzaga de Quintana, a punto de jubilarse, le interesaba bien poco la realidad nacional, el más intrascendente episodio ocurrido en "SU" edificio, con "SUS" empleados, se transformaba de inmediato en "SU" tema. Y que Archivaldo tenga reuniones en la Casa de Gobierno sin informarle, era algo que Don Celso Bernabé no estaba dispuesto a permitir.