martes, 29 de marzo de 2011

OPERACIÓN “GAROTO NOVO”: Otra misión del Agente Beltrán (5)


(Cinco)

Después de aquél encuentro con Álzaga Quintana, Beltrán reunió finalmente a sus intrépidos hombres para detallar lo que les esperaba en las próximas semanas. Sin embargo, había quedado resentido por el intercambio de palabras con su superior. Rendirle cuentas al jefe no estaba entre sus acciones favoritas, nunca lo estaría, y por más que intentó ampararse en el secreto profesional y la discreción solicitada por el Presidente, al final terminó cediendo. Por más viejo que sea, seguía siendo U.N.O. y todavía le tenía algún respeto. O temor. No era muy clara la diferencia.

Lo cierto es que en los días siguientes las cosas se precipitaron. Bastante, diría alguien más observador. Los planes ideados por Beltrán para hacerse con la fórmula secreta o, al menos, convencer al empresario para que cambie sus intenciones, fracasaron uno tras otro. La presión desde la casa de Gobierno se hacía sentir y Beltrán no podía disimular su mal humor, lo que derivaba en un permanente maltrato a los suyos, con la ira de quien observa el ocaso de su carrera al final de la semana.
Beltrán tenía presente que un nuevo paso en falso sería catastrófico para él y sus planes de ascenso en la S.I.A. El último operativo había sido, por lo menos, bochornoso. Durante unas escuchas telefónicas -por culpa de la mala recepción o por usar aparatos de baja calidad- el Chúcaro confundió la palabra "metrosexual" con "homosexual" y todo el plan ideado a partir de ese dato fue directamente al fracaso.
Con la información de la supuesta orientación sexual hacia los hombres, el grupo organizó la manera de que Cristóbal -transformado en un delicado y seductor gay porteño- se acercara al empresario en búsqueda de un nuevo amor. Todo terminó con los guardaespaldas del empresario sacando a golpes a Cristóbal, quién en un intento desesperado intentó besar al empresario durante la gala de una cena a beneficio. Los paparazzi, por supuesto, agradecidos con la divertida escena. Pero Beltrán estuvo 3 días sin dirigirle la palabra al Chúcaro y se cansó de darle patadas en el culo cada vez que lo cruzaba en el pasillo. “Una vez más, un verdadero papelón lo suyo”, fueron las escuetas y dolorosas palabras que U.N.O. dispensó al agente después del fallido operativo.
Las gestiones con la Central de Inteligencia Brasilera tampoco arrojaron resultados positivos y las fuentes en la Embajada, poco aportaron.
- ¡Brasileros de mierda! -se escuchaba decir a Beltrán por los pasillos de la SIA- ¡Tienen 5 mundiales y encima pretenden quedarse con el dulce de leche! ¿Qué más quieren? ¿Las Malvinas? ¡La puta que lo pario!

Los tiempos se acortaban y Beltrán sabía que, aunque le costara, no podía obviar ninguna alternativa dentro de la Agencia que le permitiera alcanzar el éxito de la misión. Por eso, ya sin una pizca de dignidad, hizo de tripas corazón y recurrió al único Agente que evitaba a toda costa, el único que podía hacerle sombra en la carrera por ocupar el cargo máximo de la SIA.
- Chúcaro, anda a la oficina de Operativos Internacionales, velo de mi parte a Bartolomeo y preguntale si los brasucas andan en algo raro. -La orden dejaba entrever la desesperación del Jefe que ya no sabía cómo buscar algún dato que lo ayude en su investigación.
Al rato, el Chúcaro volvió agitado a la oficina: “Dice Bartolomeo que interceptaron unos mails de la embajada al Ministerio de Industria en San Pablo, porque están por sacar una golosina nueva que quieren difundir acá. Pero por alguna extraña razón todo se mantiene bajo siete llaves, en el más estricto secreto. ¡Ah! Me dijo también que le diga que esta colaboración no le iba a salir barato”.
La hecatombe. El final. El apocalipsis bíblico no hubiera sido más duro que esta noticia. No sólo estaba en deuda ahora con Bartolomeo, sino que se confirmaba la sospecha del Presidente.
No obstante, después de meditar algunos segundos, una luz de esperanza apareció en el rostro del Agente. Tanto hermetismo sólo podía significar que no pudieron hacerse aún con la fórmula definitiva. ¡Todavía quedaba una oportunidad!
Sin embargo, algo peor estaba por suceder. Mientras procesaba las novedades que el Chúcaro había conseguido en la Oficina de Operativos Internacionales, y disfrutaba de un instante de ilusión, su teléfono móvil -el personal- comenzó a vibrar.
- ¿Qué pasa? -atendió el agente entre preocupado y apurado.
- ¡Hola, mi vida! ¿Estás ocupado? Quería avisarte que al nene se le cayó un diente, así que trae cambio esta noche para “el ratón Pérez”…
- ¿Pasó algo grave, Cora? ¿Por qué me llamas por pelotudes? ¡Te dije que este número era para emergencias! -gritó furioso el agente, alejándose el celular del oído y agarrándolo con ambas manos.
- Mario, acordate lo que dijo la psicóloga. Tenés que aprender a ser más tolerante con la familia y si Luisito llora por un diente…
- ¡No me rompas las pelotas con boludeces que ahora no puedo hablar! -dijo ahora en voz baja, pero tan exaltado como antes.
- ¿No podes hablar, eh? ¿Cómo cuando estabas en el hotel con la putita de tu secretaria? Estas con ella ahora ¿no? Sabes qué, ya mismo agarro a los chicos y me voy a casa de mamá. ¡Chau!
Así de impulsiva era la esposa de Mario Beltrán. Y tan intempestivamente como llamó, decidió terminar la comunicación. El Agente quedó con otra puteada en la punta de la lengua pero no tuvo tiempo de soltarla y, por eso, se la agarró con el sorprendido Chúcaro.
- ¿Se puede saber qué carajo miras? ¡Ponete a trabajar ya mismo!
El Chúcaro salió a los tropezones, aunque no tenía muy claro qué debía hacer. Pero su jefe estaba con los cables cruzados y en ese caso era mejor estar lo más lejos posible.
Ya en la soledad de su tranquila oficina, Beltrán reflexionaba ahora sobre el tema trascendental de su vida: “¿Por qué mierda me casé con esta loca?”.